03/05/2016
El Cuerpo de Cristo en acción

Así que conducíamos junto a un precipicio del río, y de repente, el parabrisas se tornó blanco. Y escuché a mi esposa que dijo: “¿Bill?”. Y pasaron como cinco minutos. Y vi al anciano Hermano Bosworth bajarse de un tren y caer al suelo. Ellos lo llevaron a un hospital y el Señor dijo: “Ora por él inmediatamente”. Y entonces frené; ella dijo: “¿No me quieres decir que todo este tiempo has estado teniendo una visión?”. Dijo: “Llevas sentado allí cerca de diez minutos conduciendo por precipicios, cien pies allá abajo, así, y dijo: “Y tú…”.

Dije: “No me había enterado”.

Y, ¡oh, nos detuvimos!, nos bajamos y oramos por el Hermano Bosworth, regresamos a casa. Eso fue el sábado, y el domingo en la noche, como para esa misma hora, antes de ir al tabernáculo… Pues, el teléfono continuaba timbrando, y lo contestaron, y finalmente dijeron: “Es de larga distancia…” Quiero decir la operadora de Louisville, mi pueblo es pequeño, así que cambian… El Western Union cierra como a eso de las seis, así que me llamaron desde Louisville. Y dijeron: “Venga al teléfono”. Y dijeron: “Reverendo Branham, el Reverendo Bosworth envía un telegrama desde Sudáfrica, y quiere que Ud. ore por él”. Y fue firmado por el Hermano Yeager, allá, uno de los presidentes de la asociación grande.

Entonces, dije: “Señora: ¿puede decirme a qué hora salió ese—ese telegrama de África?”.

Ella dijo: “¡Oh, sí!”. Y me dijo cuándo salió. Y fui y tomé la carta panamericana que tenía, y ¿saben qué? Era veinticuatro horas antes de que el Hermano Bosworth enviara ese telegrama para acá, el Ángel del Señor se le adelantó acá por veinticuatro horas, y me dijo que orara por el Hermano Bosworth. Y este… El Ángel del Señor me había hablado. Y para cuando pude hablar con él por teléfono, el Señor ya lo había sanado, y está de pie andando. Eso es el amor en contacto.

¡Oh, hermano! Hablar uno del teléfono. ¡Vaya!, Dios le ganó a eso por un millón millas. Los Ángeles de Jehová acampan alrededor de los que Le temen. Y cómo Sus maravillas…

¿Ahora creéis?, 55-0610

La oración es muy especial para los hijos de Dios. Es el medio que proveyó Dios para que nos comuniquemos con Él, conozcamos Su Voluntad y también presentemos ante Él las peticiones de nuestros hermanos. En la primera epístola de Juan dice: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”. ¿No es maravilloso cuando el Señor coloca en nuestro corazón una carga por alguien y sabemos que nuestra oración está conforme a Su Voluntad perfecta? Entonces tenemos la certeza de que Él nos escucha y recibiremos lo que pedimos.

El testimonio de este hermano nos recuerda bien que debemos ser sensibles a la dirección del Espíritu en nuestra vida. Quizás Él no nos hable por medio de una visión, pero Él nos ha encomendado a cada uno una tarea especial.  

Anoche mientras orábamos en familia, arrodillados junto a la cama, mi esposa mencionó a mi abuela en su oración. Siempre que oramos recordamos diversas peticiones, pero esta vez cuando escuché su nombre, fue como si “algo” me inquietara al respecto, y sentí que ella necesitaba ayuda. Mis abuelos viven a varios estados de distancia.

 Mis niños empezaron a orar y luego mi esposa, pero cuando mencionaron a mi abuela, algo me inquietó de nuevo. Bueno, pasé unos diez minutos más con mi familia junto a la cama; pero aun después de darles las buenas noches a los niños, no podía dejar de pensar en ella. Las palabras “llama a tu abuela” resonaban constantemente en mi corazón. En cuanto salí de la habitación, la llamé. Después de hablar por un minuto me di cuenta de que algo la inquietaba. Entonces me dijo: “El abuelo está en el vestíbulo; su presión arterial está alta y los enfermeros están atendiéndolo en este momento. Oremos por él”.

Justo antes de llamar, mi abuelo salió con la enfermera al vestíbulo de la residencia de ancianos para que examinaran sus signos vitales. Tiene 96 años. Luego de mirar la hora, me percaté de que eso ocurrió exactamente unos minutos antes, cuando estábamos orando en familia a miles de kilómetros de distancia.     

Con mi abuela oramos y le rogamos al Señor que ayudara al abuelo. Después de orar comentamos que quizás el Señor me inspiró a llamar en ese momento (ella no tenía idea de lo que había ocurrido hacía unos minutos en nuestra oración familiar).

Hablamos un rato más y la abuela comentó que él se estaba tardando un poco. Dijo: “Esperemos a ver si llega”. En ese momento el abuelo entró a la habitación; su presión arterial había vuelto a la normalidad y todo lo demás estaba bien. Dios obra a ambos lados. ¡Gloria a Dios!

Estoy muy agradecido por lo misericordioso que es Él con nuestra familia y porque sé que Su Palabra no puede fallar…“He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. 

El Hermano M. H.