13/05/2019
La simplicidad

8 a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso;

9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.

1 Pedro 1:8 y 9

Un hombre loco, miembros descarriados de una familia, una posesión importante extraviada y una petición crucial: este testimonio sobre la simplicidad vale la pena leerlo.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, que la Gracia acompañe a todos los santos. Quiero compartir este testimonio con la Novia de nuestro Señor Jesucristo para la gloria y honra de Dios. Sabemos que nuestro Dios es el Dios de lo grandioso, creador del universo, Autor de toda la vida, Aquél que detuvo el sol por Josué, Aquél que abrió el mar para que los hijos hebreos cruzaran, Aquél que creó ardillas para nuestro profeta; pero, también es el Dios de lo simple, Él sencillamente obra en todas partes.

Ayer, tuve un día difícil, en especial en el trabajo. Satanás intentó interferir en todo al imponer una gran opresión en mi vida y se valió de todo para derribarme.

Al final del día, estaba exhausto, así que decidí dar un paseo antes de entrar a orar y estudiar la Palabra. Cuando iba a terminar, decidí (Dios obrando en mi corazón) visitar a mi abuela que vive en la calle paralela a donde yo vivo.

Cuando llegué, estaba sentada afuera con dos amigas. Conversamos un rato y entonces otra batalla se avecinó con furia. Un hombre —no sé si se encontraba bajo el efecto de drogas o alcohol— se acercó e intentó atacar a mi abuela. Entramos a la casa de mi abuela, pues no sabía qué más hacer y, para nuestra sorpresa, sus llaves se perdieron en medio de la confusión.

Buscamos por todas partes, pero fue en vano. Sabíamos que a mi abuela se le habían caído y que ese hombre las había encontrado.

Teníamos la esperanza de encontrar las llaves en la calle, pero no había nada. Anocheció y me fui a casa con la certeza de que Dios convertiría esta situación en un gran testimonio para mí, pues el diablo me estaba atacando duramente.

Ha sido una bendición leer las Edades de la Iglesia y, cada vez que estudio los Sellos junto con las Edades de la Iglesia, el diablo me ataca con furia; no obstante, Dios, en Su gracia, siempre me da la victoria.

A la mañana siguiente, me levanté en la madrugada y me dediqué a una comunión profunda con el Señor. Fue maravilloso y, mientras oraba, le pedí a Dios que extendiera su misericordia y me diera las llaves en las manos.

Salí a desayunar en una panadería cercana a la casa de mi abuela y, cuando subía por la calle, una de las señoras que se encontraba con nosotros me estaba esperando. Estaba sonriendo y me comentó que habían encontrado las llaves y que las había dejado bajo la puerta de la casa de mi abuela.

Sé que la mano poderosa de Dios proveyó todo. Le pido a la Novia de Cristo que ore por mí y por mi familia. Mis seres queridos no conocen al Señor, pero creo que Dios los acercará a Él.

Dios los bendiga a todos,

El Hermano Fabrício

Brasil