30/05/2018
Hay un bálsamo

22  ¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hubo medicina para la hija de mi pueblo?

Jeremías 8:22

Dios los bendiga:

Soy una joven de veintidós años. Llevo once años escuchando este precioso Mensaje. Le entregué mi corazón al Señor a los doce e inicié una vida completamente distinta. Al pasar los años, pensé que vivía correctamente, pero nunca había dado el siguiente paso.

Pensé que había rendido todo para seguir al Señor. Creía que si moría llegaría al Cielo y demás, pero en realidad no llevaba una vida recta.

A los veintiún años, me aparté de Jesucristo y me involucré con amistades mundanas. Queriendo trabajar dejé a mis padres y comencé a portarme de una forma errada, indebida para una Cristiana, aunque aún asistía a la iglesia.

El profeta dice que no podemos pecar y salirnos con la nuestra. Con el tiempo, viví una situación como la de todo joven y terminé muy decepcionada. Renuncié a mi trabajo supuestamente para servir al Señor, pero no fue así. Pasado un mes aproximadamente, me enfermé y tuve que tomar medicamentos para una infección estomacal. Después, también padecí de neuritis, lo cual me abatió mucho. Sentí que era un castigo de parte del Señor. Me sobrevino un espíritu de nerviosismo y me deprimí mucho, por lo que lloraba día y noche.

Hablé con mi pastor y él me consoló. Le pedí perdón a la iglesia y todo siguió igual. Luego, sufrí de insomnio y, con las tres dolencias a la vez, sentí que no podía más.

Quise volver a trabajar, pero el nerviosismo me impidió desempeñar mi trabajo y renuncié de nuevo. Me sentí como Job, deseando hablar cara a cara con Dios, pero sentía que Él no me escuchaba después de tanto orar.

Pasaron cuatro meses y nada cambió. Consideré saciar ese vacío con drogas o alcohol, pero nunca lo hice; solo lo pensé porque estaba muy deprimida. Una noche, mientras oraba con mis padres (en la noche hacemos devociones familiares), mi papá colocó una cinta titulada Bálsamo en Galaad y, de repente, me asaltaron tantos pensamientos que oí voces que me decían: “No sirves para nada. Suicidarte es la mejor opción. No puedes trabajar, tus padres no te aman, nadie te ama como eres”. Me afligí tanto que comencé a aceptar esos pensamientos.

Pero fue entonces cuando mi mente captó la Voz en la cinta. “¿No hay bálsamo en Galaad? ¿Por qué la hija de mi pueblo busca en otro lugar?”. Eso fue como una Luz para mi alma y escuché la cinta más y más. Empecé a aferrarme a eso y testificar que estaba sana.

Aunque no vi resultados, ya ha transcurrido un año y soy una mujer sana. Veo que todo sucedió para regresarme a los pies de Jesucristo, con una certeza mayor de lo que hago y creo.

A veces el enemigo quiere arrastrarme a esas mismas cosas, ¡pero su Palabra es más fuerte! “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado”.

La Hermana Nereida