24/05/2017
Mi sanidad

Este testimonio lo envió una hermana que fue sanada en el Tabernáculo Branham, recientemente cuando escuchamos los Siete Sellos.

Quiero compartir el testimonio de la sanidad que recibí cuando escuchamos los Sellos.

Llevaba como desde septiembre u octubre sufriendo de los senos nasales. Durante los dos meses fue de mal en peor. Consulté con un alergólogo y al principio pensé que me lo causó el moho que había en la escuela donde trabajo. En lugar de indagar el verdadero problema, el doctor se quedó con la versión del moho. En cada visita, me miraba la nariz y comentaba: “Se ve mejor”.

Bien, no se me ocurrió qué se veía mejor. Me indicó antibióticos aplicándolos con una tetera de lavado nasal. Esto me perjudicó los oídos. A duras penas escuchaba con el izquierdo y solo un poco con el derecho. Esto ocurrió cuando empezamos a escuchar los Sellos. Me dolía el rostro terriblemente, me dolían los oídos y no podía dormir por la noche. Fui a ver al odontólogo para asegurarme de que no fuera un problema dental y él me informó que mis dientes están muy saludables. ¡Gloria a Dios!

Regresé al alergólogo, quien finalmente efectuó exámenes y descubrió que tenía mucho líquido en los oídos. Me propuso un drenaje para liberar la presión. Bien, soy ingenua en estas cuestiones, así que concluí: “Él es el doctor y sabe de lo que habla”. Me perforó el tímpano y me drenó los oídos, lo cual fue horrible. Una hermana mía se enteró y se molestó mucho. Esto sucedió el martes anterior a cuando escuchamos Preguntas y respuestas sobre los Sellos.

La expectación por el servicio aumentaba y de verdad que me vi bendecida. Lloré al entrar y en los cantos. Satanás me atacó durante todo el servicio. Me sentía muy dolorida. Cuando llegó la hora de la línea de oración, no cesaba de llorar. Al final de la cina, mientras cantábamos Aquel Nombre es especial, Dios me tocó. ¡Vaya, así fue! Me salió sangre a borbotones por la fosa nasal derecha (la que más me dolía) y se me saturaron los oídos de líquido.

Una hermana me dijo que era la “Sangre Carmesí”. Cuando regresé a casa, abrigaba una paz como nunca antes. Esa noche dormí profundamente durante seis horas seguidas. Hacía mucho que no conciliaba el sueño durante tanto tiempo. Desde luego, al llegar el domingo, ese vil diablo intentó indisponerme de nuevo. Me dio congestión, evité respirar por la boca y nuevamente empezó a dolerme el rostro, hasta el final de la cinta, cuando el lado izquierdo se me despejó y luego el derecho. Pronto el dolor se alivió.

¡Ja! Ese pobre diablo perdió otra vez. ¡Buuu, diablo! Se lo conté a unas compañeras de trabajo y desde luego no entendieron, pero aun así lo voy a anunciar. Oigo mejor y mi rostro está en perfectas condiciones. Reconsiderando, me molesté con el doctor por no hacer lo que pensé que debía, pero él era un medio de Dios para mostrar Su gran poder.

Su hermana en Cristo, Sarah

Indiana