09/06/2020
Dios me convirtió en un muchacho de las Cintas

Tuvieron que haber algunos muchachos de las cintas que entraron secretamente y pusieron a sonar algunas de las cintas. La—la simiente predestinada lo captó y lo creyó. Así que, de alguna manera, ellos entraron allí por un mensaje. Tuvieron la iglesia esa noche en su casa. Ella usó su casa como una iglesia para recibir el mensaje.

¡Oh, Dios!, permítenos abrir nuestros corazones y recibir el Mensaje, que Jesús está vivo en esta noche. Él está aquí en medio nuestro. Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos. ¡Abra Ud. su casa y permita que el Mensajero, el Espíritu Santo, entre y lo identifique a Ud. con Su Propia Presencia, ¡la Señal! que está sobre Ud. Entonces ya no tendrá que creerlo por palabra de alguien más; Él está allí para hablar por Sí Mismo. Y Él es la Palabra. Correcto. Es la Señal de Dios, para identificarse Él Mismo.

La Señal (63-1128e)

Ellos se encuentran alrededor del mundo, animando al pueblo de Dios con las cintas del profeta. El siguiente testimonio es de un hermano de Francia, que se dio cuenta de que Él es exactamente lo que se refería el Hermano Branham: ¡un muchacho de las cintas!

Shalom a la Novia de Cristo:

Quería compartir este testimonio breve para mostrar una vez más que Dios siempre tiene el control y nos guía en Su voluntad perfecta. Hace muchos años, mientras limpiaba mi auto frente a mi casa, una anciana se detuvo a saludarme y, durante la conversación, le hablé del Señor y la invité a la iglesia. Unas semanas después, esta anciana de 82 años, llamada Christiane, aceptó a Jesucristo y recibió el Mensaje del Hermano Branham.

Partimos camino unos años después, pues tuve que dejar la iglesia donde participábamos de la comunión. De vez en cuando, me contaban sobre la Hermana Christiane, y ella estaba pasando por altibajos con respecto a su fe. Cuando el Covid19 apareció y ordenaron la cuarentena, la Hermana Christiane se encontraba sola, sin llamadas telefónicas, sin visitas, sin medios para escuchar las cintas, solo contaba con unos folletos, pero no podía leerlos debido a problemas de los ojos.

Como no habíamos hablado durante mucho tiempo, ella me llamó y hablamos. Durante nuestra conversación, entendí que Dios me había vuelto a enviar a la Hermana Christiane, con la diferencia de que ahora tenía que llevarla a escuchar las cintas. Le dije que la llamaría el próximo domingo y le pondría una cinta por teléfono. A partir de ese momento, halló un gozo y una paz que solo la Voz de Dios podía darle. Desde ese día, cuando el Hermano Joseph nos dice el sábado qué cinta vamos a escuchar, la llamo por teléfono el domingo, oramos y luego coloco la cinta. Ese día, Dios me convirtió en un muchacho de las cintas.

Dan G

Francia