22/05/2017
Nuestra postura

 He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.

Daniel 3:17-18

A los jóvenes hebreos los arrojaron al fuego porque se rehusaron a cumplir las conductas del mundo. Las consecuencias fueron graves, pero estos jóvenes valerosos jamás se inclinarían al ídolo que colocaron frente a ellos. El milagro de Sadrac, Mesac y Abed-nego se repite diariamente entre la Novia. Debemos estar plenamente convencidos de Aquel en quien hemos creído y entonces podremos confiar en que el fuego del mundo jamás nos quemará. Al final del día, deberíamos preguntarnos: ¿me comporté hoy como Sadrac?, ¿defendí la Verdad?

Esta hermana tenía que tomar una decisión: ¿animaría a su hija de seis años a conformarse o la ayudaría a confrontar el fuego?

Tengo dos hijos: Rebecca (de seis años) y Esteban (de diez). Los niños usan uniformes para asistir a la escuela y semanalmente les exigen llevar uniforme de deporte, el cual incluye pantalón.

No quería que mi hija usara pantalones para la clase de educación física, pues no me parecía correcto, pero quería que esto le fuera revelado a ella. Le pregunté si deseaba usar el uniforme de educación física y contestó que no, porque no sentía que estuviera bien. 

Oré al Señor por varios meses para que conmoviera el corazón de los profesores, puesto que la reglas son muy estrictas. Mi esposo es pastor de una iglesia del Quindío, departamento ubicado en el occidente de Colombia, y le pedí que orara para que el Señor le indicara qué hacer. Unos días después, me pidió que le pusiera una falda.

Le confeccioné una falda similar al uniforme de educación física. Me conmovió solo imaginar lo que pasaría, pues todas las niñas vestirían pantalón y, ella, una falda. Medité en los jóvenes hebreos y el horno de fuego.

Cuando recogí a Rebecca de la escuela, me contó que su profesor la felicitó por el uniforme.

Comprendí que, a pesar del calor del horno, el Señor no permitirá que el fuego nos queme cuando le encomendamos nuestras cargas, sin importar lo insignificantes que sean.

¡Aleluya al Señor!

La Hermana Catalina Muriel

Colombia