18/05/2017
La victoria es nuestra

El médico puede decir que ya no queda esperanza. Pero, esta noche, parado a su lado, listo para recibirlo a Ud. en posesión, están los ojos de la fe que ven más allá la victoria, por medio del Señor Jesucristo. Aleluya. Aléjense de Satanás y sus tinieblas y levántense con fe en el Señor Jesucristo, la fe del Dios todopoderoso. La fe puede adoptar su postura sagrada en la Roca de las edades y con uno ojo de águila atravesar cada nube tormentosa, cuando las mismas olas de la muerte y la decepción intentan derribarle el fundamento allí debajo. Puede pararse allí y mirar más allá de los cielos y decir: “Dios tiene la razón” y creer el consejo del Dios sabio y viviente. Amén.

El poder del diablo (55-1005)

¿Odia el enemigo que uno vaya a la iglesia? ¿Hará todo lo posible para impedirlo? Todos conocemos la respuesta a esas preguntas. Esta hermana quiere compartir su testimonio sobre cómo el diablo intentó evitar que viajara de Georgia a Jeffersonville para adorar con los hermanos y hermanas en el Tabernáculo Branham.

Este es el testimonio con que anuncia al mundo que el Señor le concedió victoria tras victoria:

¿Qué ocurre cuando uno empieza a escuchar el Mensaje de la hora tan oportuno y es motivo de gozo conducir ocho horas para confraternizar con la Novia?

Pronostican tormentas en todo el trayecto a casa, ¡pero solo caen cuatro gotas de lluvia y el tráfico de Atlanta es el más ligero que se ha visto!

De camino a casa, uno se entera de que los chirridos que se escuchan son los rodamientos de las llantas que necesitan cambiarse. Cuestan 500 dólares, pero ¡le entregan el cheque de la renta ese mismo día!

Tormentas y tornados azotan el estado, el peor clima que se ha presenciado en años, y uno necesita regresar al trabajo para limpiar una casa. Entonces se ora para que el clima se calme y, mientras uno sale de casa y llega a la puerta, la lluvia ha cesado.

Uno ora para que Dios proteja la casa y a la familia, y el tornado que tocó tierra a una salida de la autopista de la oficina de su hijo, se levanta y la rodea.

Uno se lastima la espalda y la rodilla, pero el Poder de la Palabra está presente y todo sale bien.

Su esposo sufre un ataque doloroso de gota en el pie que seguramente no lo dejará dormir. Esperen, tengo un pañuelo (paño de oración) en mi bolso. Le pongo el pañuelo, aplico la promesa, ¡aplico (enciendo) la Palabra! y ¡él duerme toda la noche!

¡La victoria es nuestra!

La Hermana Theresa