11/06/2019
Otra oportunidad


2 Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. 3Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema. 4Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? 5Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? 6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. 7Entonces él se levantó y se fue a su casa. 8Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.

Mateo 9:2-8

¿Cuál es el milagro más grandioso? ¿Una sanidad milagrosa o la salvación? Al igual que el paralítico, este hermano recibió ambos. Y, como la gente, ¡glorificamos a Dios por haberle dado tal potestad a los hombres!

Les contaré un testimonio de lo que Dios ha obrado en mi vida, para mostrar que Dios es real y Él puede ayudarlos en su vida.

Me llamo José Daniel Núñez Narváez. El otoño pasado, empecé a sufrir de un dolor severo en un lado de mi rostro. Me llevaron al hospital para examinarme y los médicos no pudieron encontrar nada. Mi vista empezó a deteriorarse y un lado de mi rostro empezó a crecer extremadamente hasta que deformó mi cara.

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Mi padre se desesperó y llamó a algunos pastores para que lo apoyaran en oración por mi enfermedad, por lo que los hermanos oraron por mí. Pensé que era mi fin. Los días pasaban, mi rostro no dejaba de crecer y los médicos no podían diagnosticar mi caso. Me angustiaba demasiado verme en esa condición, al borde de la muerte. Los médicos nos informaron que el tumor ya casi tocaba el cerebro y que no podían hacer nada. Le pedí a Dios que me diera otra oportunidad de vivir.

Una noche, soñé con una paloma blanca y una voz que me decía: “Deja la mentira”. Ese sueño me sorprendió y se lo conté a mi padre. Llamamos al pastor y le comenté: “Quiero aceptar al Señor Jesucristo en mi corazón”. El pastor oró por mí. Luego de aceptar a mi Señor, la situación cambió de rumbo. Mi sanidad comenzó y pude ver cómo Él obraba a diario en mi vida.

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El tumor empezó a encogerse y lentamente todo cambió. Los médicos están asombrados de mi sanidad. Dios me dio otra oportunidad de vivir y comparto este testimonio para honrar a Dios. Bendito sea nuestro Dios; Él aun es el Gran Médico.

José Daniel Núñez Narváez

Colombia