El martes, estuve ayunando, orando y escuchando las cintas todo el día. Esa misma tarde asistimos a una reunión de oración. Mi esposa y yo nos acabamos de casar, siendo muy jóvenes (ella tiene 21 y yo 20). Concluida la reunión, a mi esposa le corría prisa llegar a casa y a mí no porque quería conversar con todos. Entonces, ella me sacó de prisa y me disgusté un poco.
Cuando nos subimos al carro, estaba insatisfecho y no le dirigí la palabra. Al llegar a casa, decidí ir a alguna parte para orar. Tomé las llaves del carro y mi esposa me preguntó a dónde me dirigía, pero la ignoré. Luego, mientras salía de la casa, algo me recordó lo que Pablo dijo sobre tratar a la esposa como a vaso más frágil, para que las oraciones no tengan estorbo. Lo pasé por alto y procedí al carro.
Estando en el vehículo, no quiso encender, ni siquiera hacía el intento, nada. Pensé: “¿Y ahora qué pasó? Mi carro es bastante nuevo”. Así que abrí el capó y encontré todo en su lugar y la batería en buen estado. Algo me dijo: “Ve a avisarle a tu esposa a dónde vas”.
Subí a nuestro cuarto y le dije: “Cariño, solo iré a orar”. Regresé al carro y en cuanto accioné la llave de arranque, el carro funcionó. En esto vi a Dios. Me regocijé de lo atento que Él está de nosotros. ¡Gloria a Su Nombre!
El Hermano Christian
Australia