El domingo, 15 de mayo, cuando asistí a la iglesia, no tenía intenciones de viajar a Macon, Georgia, con motivo del Recorrido Ágape. Debía encargarme de varios asuntos, pero la razón principal era nuestro perro, Buddy, al cual habían diagnosticado diabetes hacía poco. Durante semanas intentamos regularle el nivel de azúcar en la sangre, suministrándole dos inyecciones de insulina diarias.
Mientras leía y oraba en la iglesia, un sentimiento muy fuerte urgió mi corazón a llevar a mi esposa y mi niño a la parada del recorrido en Macon. Lo único que sabía es que debíamos ir. Mientras nos preparábamos para el viaje, no había resuelto la cuestión de Buddy. No podía endosarle a alguien la tarea de ir a mi casa dos veces al día para aplicarle una inyección, así que hice lo único que sabía: orar. Antes de partir, con mi esposa impusimos las manos sobre Buddy y le encomendamos toda la situación al Señor. Así oré: “Señor, Tú colocaste en mi corazón el sentimiento de ir, así que iré. No me preocuparé por él. Tú debes encargarte de Buddy”. Le dejamos suficiente comida y agua, y emprendimos nuestro camino. ¡Lo pasamos de maravilla! La presencia del Señor se sintió tan real en los tres servicios y recibí lo que necesitaba: una recarga del Espíritu Santo. Fue un fin de semana perfecto y sabía que todo marchaba bien en casa.
El domingo, bien avanzada la noche, llegamos a casa y lo primero que hice fue revisar los perros. Cuando salí, Buddy corrió hacia mí como un cachorro. Saltaba de aquí para allá, emocionado de verme. No se había comportado así hacía meses. Sus ojos lucían brillantes y cristalinos y parecía otro. Se veía renovado. En ese momento supe que el Señor lo sanó. Desde entonces no le he colocado ninguna inyección y a diario se ve mejor y mejor. Creo que tanto él como yo recibimos lo que necesitábamos y pasamos un fin de semana excelente.