10/06/2016
Una bendición doble

Primero Ud. debe encontrar la voluntad de Dios. Ahora, Ud. deberá encontrar la voluntad de Dios esta mañana; cuando venga para que se ore por Ud., Ud. deberá encontrar la voluntad de Dios, si es o no la voluntad de Dios sanarlo. Y lo siguiente que Ud. debe hacer, si viene por salvación, Ud. debe averiguar si es o no la voluntad de Dios salvarlo. Lo primero que Ud. debe averiguar es cuál es la voluntad de Dios. Y luego, si verdaderamente ha recibido la semilla en su corazón, entonces Ud. puede ser persistente. No hay nada que lo vaya a mover a Ud. No importa lo que el hombre de sabiduría intente decir: “No es así y tampoco esto, aquello o lo otro”; eso no lo mueve a Ud. ni un poquito, porque Ud. conoce la voluntad de Dios. Él se lo habló a su corazón; su fe se asienta allí y persistirá sin importar si lo que haya no sea más que un grano de mostaza. Los llevará directamente al—al lugar. La voluntad de Dios.

Perseverancia (62-0218)

Cuando nos dirigimos hacia una bendición es el momento en que el enemigo se interpone con cuanto obstáculo se le ocurra; pero cuando esa simiente de fe ha caído en el corazón de un creyente, nada lo puede mover. Este hermano siguió la dirección del Señor cuando sintió en el corazón que debía asistir a las reuniones del Recorrido Ágape en Macon. Puso primeramente al Señor y el resultado fue una bendición doble.

El domingo, 15 de mayo, cuando asistí a la iglesia, no tenía intenciones de viajar a Macon, Georgia, con motivo del Recorrido Ágape. Debía encargarme de varios asuntos, pero la razón principal era nuestro perro, Buddy, al cual habían diagnosticado diabetes hacía poco. Durante semanas intentamos regularle el nivel de azúcar en la sangre, suministrándole dos inyecciones de insulina diarias.

Mientras leía y oraba en la iglesia, un sentimiento muy fuerte urgió mi corazón a llevar a mi esposa y mi niño a la parada del recorrido en Macon. Lo único que sabía es que debíamos ir. Mientras nos preparábamos para el viaje, no había resuelto la cuestión de Buddy. No podía endosarle a alguien la tarea de ir a mi casa dos veces al día para aplicarle una inyección, así que hice lo único que sabía: orar. Antes de partir, con mi esposa impusimos las manos sobre Buddy y le encomendamos toda la situación al Señor. Así oré: “Señor, Tú colocaste en mi corazón el sentimiento de ir, así que iré. No me preocuparé por él. Tú debes encargarte de Buddy”. Le dejamos suficiente comida y agua, y emprendimos nuestro camino. ¡Lo pasamos de maravilla! La presencia del Señor se sintió tan real en los tres servicios y recibí lo que necesitaba: una recarga del Espíritu Santo. Fue un fin de semana perfecto y sabía que todo marchaba bien en casa.

El domingo, bien avanzada la noche, llegamos a casa y lo primero que hice fue revisar los perros. Cuando salí, Buddy corrió hacia mí como un cachorro. Saltaba de aquí para allá, emocionado de verme. No se había comportado así hacía meses. Sus ojos lucían brillantes y cristalinos y parecía otro. Se veía renovado. En ese momento supe que el Señor lo sanó. Desde entonces no le he colocado ninguna inyección y a diario se ve mejor y mejor. Creo que tanto él como yo recibimos lo que necesitábamos y pasamos un fin de semana excelente.