09/05/2016
En las prisiones

Y Dios establece un tiempo y tiene un propósito en todo lo que Él hace. Nada sucede accidentalmente, para los que aman al Señor, y que según Su propósito son llamados, ¿lo ven?; nosotros somos predestinados. Y todo funciona correctamente en torno a eso, porque Él no puede mentir y Él dijo que funciona así; que todo tiene su tiempo, su sazón, y tiene su manera. Y Dios está detrás de cada movimiento. Y a veces uno piensa que todo marcha mal. Eso depende de nosotros. Esas cosas son puestas para nosotros, las pruebas y las incertidumbres. Ellas son pruebas, para ver cómo reaccionaremos nosotros frente a cierta situación.

El oprobio por la causa de la Palabra, 62-1223

“Cartas de prisioneros” está entre los artículos más visitados que publicamos en branham.org, y con buenas razones. Aunque la mayoría de nosotros nunca nos hayamos visto entre tres paredes de concreto y rejas de prisión, todos nos podemos identificar con la prisión de pecado que nos tuvo presos en cierto punto.

El siguiente proviene del otro lado de la obra de las prisiones. El testimonio de este hermano muestra lo complicado que puede ser testificar en las prisiones y, también, que a pesar de los obstáculos que enfrentemos el Señor Jesús nos acompaña allí mismo, utilizándonos para cumplir Su plan perfecto. Estos hermanos se apesadumbraron cuando nadie en la prisión asistió a su reunión. No era la primera vez que estos hermanos encaraban una batalla, así que simplemente guardaron la calma, esperando ver lo que haría el Señor. Al final, todo resultó en el orden perfecto y el Señor permitió que nadie asistiera para que otro preso que pasaba oyera la conversación. Estos son los testimonios del hermano y del preso que escuchó a los misioneros decepcionados mientras decidían qué hacer.

Solo nos sostenemos de Su mano y avanzamos por fe. A veces parece que todo marcha al fracaso; pero es entonces cuando no debemos considerar las circunstancias, sino solo aferrarnos a la promesa: “No te desampararé, ni te dejaré”. Todo comenzó hace unos tres años, cuando llegó a VGR una petición de bautismo Cristiano de parte de un hermano que llevaba años recibiendo material del Mensaje en la prisión. Como ya habíamos empezado a trabajar en el envío de material a esa instalación, nos pidieron el favor de ayudar en el bautismo. Me alegra decir que por la gracia de Dios pudimos asistir y participar en un evento maravilloso que permanecerá grabado en mi memoria por la eternidad.

Desde entonces, unas veces al año, hemos gozado de la bendición de regresar a esa prisión con motivo de un servicio de cinta. La congregación no es numerosa, pero la atmósfera siempre se percibe dulce mientras pulsamos el botón “play” en una capilla pequeña ubicada muy adentro, detrás los muros de la prisión.

Últimamente, por cambios de personal, la aprobación de nuestro ingreso ha ofrecido ciertas dificultades; pero Dios siempre parece abrirnos el camino para que finalmente nos dejen pasar. En un viaje reciente nos dieron acceso a último momento; pero, como siempre, entramos depositando nuestra fe en que Dios se encargaría de todo. Después de que nos admitieran en seguridad y nos registraran, procedimos a la capilla, donde esperamos que anunciaran nuestro servicio y llegaran los hermanos; pero esa noche nadie apareció. Por tanto, pasados unos minutos, salimos a preguntarle al guardia si podía intentar que convocaran de nuevo el servicio por el intercomunicador. Después de comprobar, regresó y nos dijo: “Si no hubieran anunciado el servicio, sería posible; pero, como ya hicieron el anuncio, no lo pueden repetir”. Cuando se marchó el guardia, el hermano que me acompañaba y yo nos quedamos parados allí por un minuto, preguntándonos cómo proceder. Ya sabíamos que cuando se insiste en las correccionales, por varias razones pueden bloquear secciones en instantes e impedir que los prisioneros se trasladen. En tales casos, no se puede hacer más y la única opción es quedarse quieto; así que eso hicimos.

Pasados unos minutos, se abrió la puerta de la capilla y entró un prisionero que nunca habíamos visto, con semblante tímido y humilde. Dijo: “Mientras barría el pasillo, los oí hablado con el guardia de que nadie vino al servicio. ¿Les parece bien que entre?”. ¡No se imaginarán lo que ocurrió después! Lo saludamos en el Nombre del Señor y ocupamos unos minutos presentándole al Hermano Branham. La única manera de lograr una introducción cabal era pulsar el botón “play” al final. Mientas los tres escuchábamos la cinta sentados en esa capilla, ¡no pude evitar alabar a Dios en mi interior por Su bondad y Sus caminos, que son siempre perfectos! Cuando la cinta estaba a punto de terminar, el guardia entró y nos dijo que debíamos irnos de inmediato porque ya se nos había acabado el tiempo. Ni siquiera pudimos saber cómo le pareció todo, así que le cedo la palabra para que él termine la historia…

Dios los bendiga,

El Hermano Steve


Me dio mucho gusto conocerlos el 29 de octubre en la sección de seguridad media.

Les escribo para contarles lo que he experimentado desde que abrí mi ser al sermón del reverendo Branham que colocaron. Ciertas cosas que no han resultado en mi favor y que no puedo controlar me inquietaban, me frustraban y me airaban.

Llevo recluido los últimos 21 años, desde que tenía 25, y he permanecido perdido en el espíritu, sin jamás contactar al Señor ni pedirle dirección, aprobación y perdón.

Desde que los conocí y acogí los sermones del reverendo Branham, algo ocurrió en mi interior. Experimenté un despertar. Ciertamente sentí que un amor inmenso llenó mi pecho y mi corazón. Al principio me amedrenté por lo intenso que era; pero luego sobrepasó cualquier droga que hubiera consumido. A partir de ese momento supe que había cambiado.

Después de la reunión, regresé a mi celda y comencé a hablar al Señor, buscando que me guiara, entrara en mí y me perdonara. De repente, de mi cuerpo empezó a salir un gran peso de oscuridad, como un cáncer. Fue como si mi corazón y mi alma expulsaran toda la oscuridad que se había acumulado en mi interior para abrir paso a la Luz.

Quería saltar, danzar y cantar a lo más alto de mi voz; pero solo pude llorar, llorar como nunca antes… Bueno, hasta donde recuerdo. Como sea, ese llanto se llevó a su paso todo el pecado y la oscuridad en que vivía y que guardaba.

Soy otro hombre, solo por el hecho de haber estado presente en ese servicio, unos minutos antes de que se fueran. Se detuvieron para presentarme al Hermano Branham.

Pasé todo el día hablando con el Señor, pidiendo perdón, dirección y aprobación. En esas 24 horas, recibí una carta del director para anunciarme que permaneceré en seguridad media. Ya me llegó mi pedido, recibí mis medicamentos y me citaron con el ortopedista para tratarme los problemas lumbares.

También he confraternizado con otro hermano de aquí, quien está ayudándome a conseguir más libros y una Biblia. Empecé a dar las gracias a Dios por todas las comidas y por cualquier otro motivo en el entretanto. Jamás en la vida me había sentido mejor.

Gracias por todo su esfuerzo y por el viaje que emprenden hasta aquí de pura bondad.

Por favor, oren para que conserve la Fe en esta Luz y no me descarríe en las tinieblas nunca más.

Creo con firmeza que nada ocurre por casualidad y que definitivamente a todo le corresponde un propósito.

Brian

Connecticut