Desde hace años los abejorros carpinteros han agujerado el armazón de nuestra casa. Son muy territoriales y ni siquiera el control de plagas pudo exterminarlos. Mis nietos les tenían miedo, pues zumbaban a su alrededor cuando salían al patio. Rociaba pesticidas, pero era en vano. Cada primavera, aparecían con la puntualidad de un reloj.
Este año mientras estaba sentado en la mecedora del patio, observando estas criaturas destructivas, empecé una conferencia con el Señor sobre este desconcertante problema. Le pedí al Señor que si era posible que las guiara a otro lugar, como un edificio abandonado.
Para mi sorpresa, días después note que no había visto ninguna. Entonces le conté a mi esposa (hombre de poca fe). Ella dijo que le pareció raro, pues tampoco las había visto.
Ahora cada vez que salimos al patio tenemos un poste de amarre firme que nos recuerda que nuestro Dios responde la oración: ¡YA NO SE VE NINGUNA ABEJA! Gloria a Dios; estamos muy agradecidos. Él está pendiente de todo lo que nos afecta.
¿Quién más, aparte del Maestro, puede disuadir la naturaleza?
El Hermano Robert
Estados Unidos