Dios salvó a un muchacho moribundo de 15 años como yo. Estaba al borde del infierno, pero la misericordia me halló de nuevo después de descarriarme varias veces. Sin embargo, todavía bebía la poción tradicional en mi vida (veneno mezclado con alcohol), a fin de adquirir fuerza espiritual. Con una crianza en un hogar pagano (vudú), es remota la esperanza de convertirse en un siervo del Altísimo. Otro propósito del veneno con alcohol era protegerme de mordeduras venenosas que podía recibir en las ceremonias. Si las serpientes de mi región me llegaban a picar en la mano derecha, era vulnerable a su veneno; por tanto, la poción me servía de antídoto contra una posible mordedura. Así era mi vida y mi religión.
Mientras crecía, recibimos muchas visitas de misioneros en nuestro pueblo, ubicado junto a una carretera de un valle de África Occidental (Ghana); pero solo nos dejaban razones para contender, pues el pan, la ropa y otros suministros que nos traían se repartían injustamente y provocaban pleitos. Solo se beneficiaban los niños considerados de “clase alta”, y aun amigos adultos que se llevaban lo que nos quedaba. Con un amigo que siempre me acompañaba, apenas podíamos conseguir unos trozos de pan o nada. Constantemente llorábamos por necesidad; pero, al transcurrir esos años, quedaron rastros de valiosos recuerdos. Por todo eso, prometí que jamás volvería a asistir a una iglesia injusta; por el dolor que esto me había causado.
Luego de conocer a los misioneros, me entregué más a la idolatría, por lo que hice mi propio amuleto y atuendo. Le rendí oración y homenaje, y en este deposité mi fe. Necesitaba un símbolo sobresaliente para mi nueva religión… Pensé en el león… no… Se me ocurrían muchas ideas y supongo que finalmente di con la respuesta: ¡Es la gran ave, el águila! Fue el símbolo de poder de mi religión hasta que un día encontré la verdadera Águila… ¡GLORIA, ALELUYA!
¡En una tierra lejana a las orillas de Elmina (un pueblo de pescadores de la costa sur de Ghana), ocurrió un milagro! Se trató de una revelación que nunca olvidaré. Después de terminar su rutina usual de encantos para los pescadores desesperados de nuestra ciudad, mi hermano Thomas fue arrestado. (En la cárcel él se encontró con el Mensaje). Así como Felipe llegó gritando: “¡Lo hemos hallado! ¡Lo hemos hallado!”, igual fue unos días después con mi hermano curioso cuando regresó después de arrestado, con quien el abuelo había dejado unos ídolos. Se veían las lágrimas en sus ojos rojos mientras gritaba: “¡ARREPIÉNTANSE!”. Se volvió a mí y dijo: “Lo he encontrado a Él; he encontrado la verdad, Eric”. Le pregunté: “¿Cuál verdad, Tommy?”. Mamá y unas personas se acercaron, y estaban disgustados porque su hijo mayor se había enloquecido con esta nueva religión. Thomas se dirigió a mí, con un libro del Mensaje en la mano y dijo: “¡Esto es la verdad, el PAN de Vida!”. Yo pensé: “¿Qué es esto?”. Así como Natanael, pronto estaba convencido de que él me testificaba la Verdad.
Y hoy, los tres hermanos, una hermana y algunos amigos, incluido mi viejo amigo que no quería tener nada que ver conmigo, creemos el Mensaje del Hermano Branham y tenemos el PAN de vida; no esos panes mortales y naturales de esos antiguos misioneros, sino Alimento espiritual.
¡Después descubrí que nosotros mismos somos las ÁGUILAS, el ejército más invencible! ¡Oh, Gloria! El lunes iba a ser bautizado en una iglesia denominacional local; pero ese mismo día fui bautizado en ESTE Evangelio, en el Nombre del Señor Jesucristo, a pesar de que nos odiaron por seguir a Cristo, de Quien mi hermano me habló, y ÉL lo confirmó.
He cumplido 25 años y nada puede moverme. Gracias, Señor Jesús, por el plan de salvación. Los amo a todos.
¡Su hermano, quien les escribe desde algún lugar en lo profundo de los bosques de África! ¡Shalom!
El Hermano Eric
Ghana