Quizás esto les parezca insignificante a algunos, ¡pero para mí significó un verdadero milagro!
El sábado pasado, visité a mi hermano junto con mis primos, para ayudarlo a construir su garaje. Fui el último en llegar y les bloqueé la salida, pues me estacioné en la entrada, que está bordeada de árboles por ambos lados. Mi primo tenía que ir a trabajar esa tarde y debía correr mi vehículo para para darle paso. Cuando fui a moverlo, me di cuenta de que había dejado las llaves adentro.
Aún no había memorizado la clave de acceso, pero la había anotado en mi celular, que desafortunadamente también había dejado dentro del vehículo. Me esforcé por recordar el código, pero fue en vano. Apoyé la cabeza en el auto y oré, pero admito que mi fe estaba más bien débil, pues parecía imposible.
Después de probar al azar varias combinaciones en el teclado numérico de la puerta, preferimos llamar a mi mamá para que trajera mis llaves de repuesto, ya que mi primo necesitaba irse. Por tanto, la llamé y, mientras tanto, conversaba con mis primos. Una prima mía, reclinada de espaldas contra mi carro, estaba jugueteando con el teclado, pulsando números con la mano tras la espalda mientras hablábamos. De repente, escuchamos lo que pareció el desbloqueo de la puerta.
Comprobamos, pero aún estaba cerrada, así que continuamos hablando. Al cabo de un minuto, más o menos, sonó de nuevo ¡y esta vez la puerta del conductor estaba sin llave! Todos intercambiamos miradas, ¡escépticos y desconcertados! Fue un momento para pensar: ¡vaya!, ¿en serio sucedió? ¡Fue una gran respuesta a la oración y un verdadero milagro!
¡No podía parar de agradecer al Señor por lo que hizo! El código es de cinco números y existen muchas combinaciones posibles. ¡Solo Él pudo guiar la mano de mi prima tras su espalda para abrir la puerta!
¡Gloria al Señor! ¡Él siempre está presente y atento de los asuntos insignificantes!
Pensilvania, Estados Unidos