Un día salí de trabajar y me dirigí a la ciudad más cercana (Melfort) para comprar comestibles. Me gusta escuchar una cinta después del trabajo, pues me ayuda a relajarme y a ver todo desde otra perspectiva.
Escuché una cinta de camino a comprar alimento y también de regreso a casa; al llegar, organicé todo, me preparé la cena y luego terminé la cinta.
Al concluir, sentí una extraña necesidad de volver a Melfort, a pesar de que acababa de llegar de allá. Pensé: “Debería regresar y tomar un café o algo parecido”. Ni siquiera entiendo en qué pensaba, pero sencillamente necesitaba volver a Melfort por alguna razón.
Así que me subí al auto y conduje hacia la ciudad. Poco después de partir, noté que había un joven pidiendo transporte en la carretera. Me preocupaba parar, pues he he vivido malas experiencias.
Oré: “Señor, ¿es por esto que debo ir a Melfort?”. Me detuve junto al joven y parecía una buena persona, así que lo recogí y me aseguré de que la cinta estuviera sonando. Le ofrecí una tarjeta de testificar y un tratado, los cuales recibió con agrado.
Me empezó a contar sobre su vida y que lo habían separado de sus hijos debido a la forma en que vivía. Le pregunté si podía orar por él y aceptó gustosamente. Conduje un poco más, mientras me contaba experiencias en las que espíritus oscuros habían intentado atacarlo.
Eso me recordó sucesos similares que experimenté cuando era más joven y cómo el Señor me libró y protegió. Le sorprendió bastante que yo hubiera vivido algo parecido a lo que él estaba enfrentando.
Supe que no lo había recogido por accidente. El Señor lo había organizado. El joven dijo que no era Cristiano; pero, luego de escuchar mis experiencias, quiso saber más. Cuando lo dejé, me comentó que, inmediatamente antes de que yo parara, estaba orando para que alguien lo recogiera. También me mencionó que quería conseguir una Biblia y empezar a leerla.
El Señor obra por ambos lados. Gloria a Su Santo Nombre.
Gracias, Jesús
El Hermano Herron