Fui bautizada en una iglesia denominacional mientras esperaba mi segunda hija, quien había sufrido de eccema desde que nació.
En lo profundo de mi ser, creía firmemente que Dios podía sanar a mi hija. Llevaba cuatro años orando por su sanidad. Desafortunadamente, mi antiguo pastor no cree que Dios sigue obrando sanidad divina. El eccema de Ella no era grave hasta hacía seis meses.
A diario la pobrecita permanecía en el suelo rascándose el rostro. Hice todo lo que el doctor me indicó, pero nada sirvió. También la había llevado a predicadores de mi ciudad. Les pedí a muchos pastores que oraran por ella.
Con el tiempo, esto también afectó mi matrimonio. Mi esposo quería el divorcio y, en el mismo momento en que llegué a un punto sin salida, Dios me guio a un grupo de personas muy especiales. Todos tienen un testimonio; creen en la sanidad divina de Dios. Me infundieron mucho ánimo. Ungieron a Ella con aceite y oraron por ella una sola vez; y yo creí con todo mi corazón.
No necesitó lavarse la cara durante dos meses y medio, sin depender de medicinas, cremas y demás durante todo ese tiempo. Dios está vivo y es fiel. Desapareció por completo ese terrible eccema. Su rostro es tan suave y hermoso como el de un bebé recién nacido. Ahora puede comer lo que quiera sin efectos adversos.
Una semana después de que oraron por Ella, fui bautizada de nuevo en el nombre de Jesucristo. Me arrepentí y empecé a usar faldas largas hasta los tobillos. ¡También decidí no volver a cortarme el cabello!
Nuestro Dios es fiel,
La Hermana Jaline
Australia