26/06/2019
La simplicidad

14Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

Juan 14:14

Sin importar la necesidad, ya sea importante o insignificante, podemos confiar con seguridad en que Jesús escucha nuestras oraciones y le preocupan. Sea grande o pequeño, nada puede interponerse cuando se invoca el Nombre que está sobre TODO nombre.

Siempre me es de bendición leer los testimonios de creyentes de todo el mundo, la forma en que el Señor permanece un pronto auxilio en la necesidad. ¡La simplicidad! Quiero compartirles lo que el Señor hizo por nosotros durante esta semana de Pascua.

El sábado por la mañana, después de lavar los platos, mi hijo trajo unos cuantos que había usado y, en lugar de dejarlos en el lavaplatos como de costumbre, decidió lavarlos. Entonces se dio cuenta de que el agua no bajaba; el sifón estaba obstruido.

Cuando nos avisó, pensé que era una obstrucción usual, así que traje un destapacaños. No obstante, con mi esposo nos esforzamos por destaponarlo sin ningún resultado.

Al día siguiente, compramos dos envases de químicos para despejar tuberías, pero fue en vano. Al tercer día, mi esposo abrió el codo del desagüe e introdujo una sonda lo más profundo posible, pero no lo logró.

Luego nos empezó a preocupar que fuera un problema grave. Llamamos por separado a dos encargados de mantenimiento, pero ninguno pudo ayudarnos y nos recomendaron que buscáramos plomeros profesionales. Averiguamos, pero nos daban precios muy elevados y, como eran gastos imprevistos, nos desanimamos. Bueno, la situación siguió así día tras día.

El viernes por la noche, percibí un olor desagradable en el lavaplatos y me desesperé. Volvimos a contactar al plomero, pero, como no eran horas laborales, nos cobraría el doble por hora. Sin saber en qué consistía exactamente el problema ni cuánto tardaría solucionarlo, decidimos esperar hasta el lunes. Mientras tanto, a diario seguimos intentándolo sin éxito.

El domingo por la noche, pasada una semana, el día que escuchamos El Cuarto Sello, tenía unos platos que lavar, así que decidí hacerlo en el lavaplatos. Abrí la llave, los lavé hasta que se llenaron ambos espacios del lavaplatos. Quería utilizar el agua en el lavaplatos y luego desocuparlo. Por tanto, antes de empezar a sacar el agua, me pareció que debía tratar de destaponarlo una vez más como lo estuve haciendo a diario. Pero, esta vez, decidí hacerlo en el Nombre del Señor, porque se nos dice que, si pidiéremos algo en el Nombre de Jesús, Él lo hará. Entonces, con la mano izquierda tomé el destapacaños, con la derecha sellé el otro espacio del lavaplatos y comencé a presionar. Cada vez que aplicaba fuerza, decía: “En el Nombre de Jesús”.

A los cuatro o cinco intentos, levanté el utensilio y, como antes, el agua solo burbujeó. Nada sucedió. Me desalenté y, tanto a mí como a mi esposo, nos dolían los hombros por toda la presión que aplicamos la semana anterior. Aun así, decidí reintentarlo y dije así: “En el Nombre de Jesús”. Y, de repente, sentí que aumentaba la presión debajo del destapacaños. Me detuve un momento sin soltar el utensilio y luego continué. Cuando lo levanté, se escuchó un burbujeo dos o tres veces ¡y el agua se drenó por el sifón! Perdí las fuerzas; no podía creer lo que pasaba ante mis ojos. Vertí agua caliente y bajó por el desagüe sin problema.

Entonces, empecé a gritar a lo más alto de mi voz: “¡Gracias, Jesús!”. Mi niño llegó corriendo del sótano para ver qué pasaba. Gocé un momento de júbilo y no veía la hora de que llegaran los demás para contarles. No sabemos por qué no funcionaba el desagüe, nunca lo sabremos y ni siquiera nos interesa, porque, como un cáncer que desaparece sin rastro, el Señor nos arregló la obstrucción del desagüe.

Esto, hermanos, ha cambiado la forma en que actúo en muchas situaciones.

Dios los bendiga,

Maggie

Canadá