21/08/2018
Una lección de fe

Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.

1 Juan 3:22

La Palabra nos enseña que no tenemos, porque no pedimos. Y cuando pedimos, debemos tener fe de que recibiremos lo que pedimos. Los creyentes debemos tener fe en que el Padre Celestial sabe todas las cosas y si cumplimos con nuestra parte, Él ciertamente cumplirá con la Suya. Esta hermana comenzó bien su día; se levantó temprano e hizo sus devociones al Señor. Luego, cuando llego una crisis, el Señor nos enseñó una valiosa lección de fe.

Ayer me dediqué a mi Tiempo a Solas habitual en el porche delantero.

Luego, escuché la Cita del Día, leí la historia de las Buenas Nuevas, “Gozándose con la Palabra”, y escuché La Señal del Mesías (59-0329E).

En la línea de oración del sermón, una señora recibió una gran bendición y con solo escucharla me sentí muy bendecida. Apenas podía imaginar cuánto se fortaleció su fe. Después decidí dedicarme a algunas labores del jardín: podé las ramas de un sauce y las arrojé a un barranco. Allí depositamos muchos desechos del jardín, como ramas de árboles, flores marchitas y hasta escombros de concreto.

Procedí a regar el jardín y, cuando me disponía a realizar otra tarea, me percaté de que había perdido mi anillo de matrimonio. ¡Entré en pánico! Busqué mi teléfono y le escribí a mi esposo para preguntar si teníamos un detector de metales. Me llamó enseguida para decirme que no y me preguntó dónde lo había perdido. Le conté todo lo que hice y quedé muy preocupada al darme cuenta de todos los lugares del jardín en los que estuve.

Me dijo que lo encontraría y que solo necesitaba un poco de fe. Me dirigí al jardín y entonces algo dijo: “El barranco”. Me acerqué allá mientras hablaba con mi esposo. Al ver el barranco, el diablo me asaltó con pensamientos de duda y desanimo.

Mi esposo me aconsejó que despertara a nuestro hijo para que me ayudara. Entré a la casa y desperté a mis dos hijos. Volví al barranco y empecé a correr con cuidado las ramas de sauce. Cuando llegué al montón de escombros de concreto, me asaltó otro sentimiento de duda. Decidí traer un rastrillo para buscar bajo el árbol de sauce. Encontrarlo en el barranco era imposible.

Cuando nuestros niños salieron, nos dirigimos al barranco. Ya me había calmado y, mientras escarbábamos entre los escombros, empecé a cantar Solo creed. Mi hijo estaba de cuclillas mirando al barranco y moviendo ramas, cuando lo encontró. ¡Quedé asombrada! Los niños entraron a la casa y yo me fui al porche para dedicarme al Tiempo a Solas por segunda vez, me regocijé y le agradecí al Señor por darme esa lección de fe.

La Hermana Rebekah Ellis

Lewistown, Illinois