27/06/2016
El poder de la oración

Pues Él no tiene manos ahora más que las suyas y las mías. Él no tiene voz, sino la suya y la mía. Vean, la vid no produce el fruto. El pámpano produce el fruto. Y si el pámpano que brotó de la primera rama que salió de esa vid, como dije, enseguida fue escrito un Libro de los Hechos. Si alguna vez brota otra vid original, enseguida escribirán otro Libro de los Hechos. Será el mismo Espíritu, pues la misma Vida habita en toda la vid. Cualquier pámpano que produzca estará Allí.

Más que Salomón está aquí ahora (63-0628E)

Cuando Pedro y Juan se encontraron con el cojo, junto a la puerta llamada La Hermosa, él seguramente no era Cristiano ni sabía nada de los discípulos. Sin embargo, estos hombres tenían tanta fe que obraba en su poder la autoridad de decir: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. Todos sabemos lo que pasó después.

Si ese mismo Espíritu habita en nosotros, la Novia, entonces tenemos la misma autoridad de los discípulos. Esta hermana mexicana demostró que hoy en día nos acompaña el mismo Espíritu Santo que descendió en el día de Pentecostés ¡y que la oración aún tiene poder! Este testimonio perfectamente podría ser otro capítulo de un Libro de los Hechos.

En el supermercado, la cajera me comentó que estaban recaudando fondos para ayudar a una niña, pero dijo que se encontraba tan enferma que no sobreviviría y que podían usar ese dinero para el funeral. Me conmoví y sentí que algo habló a mi corazón: “Tú tienes algo maravilloso que puede ayudar a esta niña”. Llamé a mi pastor para que nos reuniéramos con toda la iglesia a orar por ella.

Al día siguiente, oramos por la niña en el servicio dominical. Luego, leí en las noticas que en Hermosillo había muerto una niña de cuatro años infectada de rickettsia (una bacteria que normalmente transmiten los chinches, las garrapatas, las pulgas y los piojos); pero, en mi corazón, sentí que no se trataba de la niña por la que oramos.

Haga clic en la imagen para verla en tamaño completo

Regresé al supermercado para conseguir información sobre su padre, pues quería asegurarme de que la niña seguía con vida y que no era la que aparecía en las noticias. Finalmente conseguí un número de celular y llamé a su padre. Con una hermana, le hablamos sobre nuestra fe en el Señor y le preguntamos si creía que Dios sanaría a su hija. Él aceptó nuestro testimonio de la oración y el poder de la fe.

El martes, mi pastor y algunos hermanos se reunieron en mi casa para llamar a este hombre y orar por la niña. Él entró a la unidad de cuidados intensivos y acercó el celular al oído de la niña cuando él médico estaba ausente. Hacía unos minutos el médico le había dicho que a ella ya no le quedaba ninguna esperanza y que moriría ese mismo día, pues había entrado en coma. Oramos y reclamamos el pacto incondicional con la Simiente real de Abraham. ¡Dios respondió nuestra oración!

El padre de la niña, el cual no es creyente del Mensaje, testificó que mientras orábamos, ¡la niña abrió los ojos! El médico dijo que algo le había ocurrido, pues recobró las fuerzas para vivir. Ese mismo día se recuperó y la dieron de alta tiempo después. Con sus padres visitó la iglesia y les ofrecimos un pastel. ¡Ella irradiaba felicidad!

Haga clic en la imagen para verla en tamaño completo

Estamos agradecidos por que nuestro Dios puede liberar una vida de la muerte. Él aún es Hebreos 13:8.

Elizabeth Valenzuela

México