30/06/2017
Su confesión

Ahora, Él no puede sanarlo o salvarlo, o hacer nada por Ud., hasta que primero Ud. lo acepte y lo crea y lo confiese. Así es. Ud. tiene que confesarlo. No es, tiene que sentirlo; tiene que confesarlo. Él no es el sumo Sacerdote de sus sensaciones; Él es el sumo Sacerdote de su confesión (así es), de lo que Ud. confiesa.

En Tu Palabra (54-0221)

Esta hermana sufría de una dolencia en la espalda llamada escoliosis, pero se esforzó por reclamar su sanidad. A continuación leerán un testimonio de lo que pasa cuando uno confiesa que ya es una obra consumada:

Tenía… (tiempo pasado)

Por muchos años sufrí de escoliosis, lo cual me producía dolor en la espalda. Conseguí un empleo en el que a veces tenía que levantar peso. Por un tiempo me molestó mucho la espalda, pero no se lo consulté a nadie, excepto al Señor. Consideré que ya estaba sana.

Finalmente, me citaron al control médico (que es obligatorio en Francia cuando uno trabaja). Satanás intentó molestarme: “¿Qué ocurrirá si el doctor se da cuenta de tus problemas de espalda? Quizás informe a tu jefe y tengas que suspender el trabajo. Podrías mentirle al doctor”.

Lo callé, diciendo: “Soy Cristiana; diré la verdad”. Se lo encomendé al Señor. Durante la consulta, el doctor me preguntó si sufría de la espalda. Respondí: “Tenía escoliosis” (en pasado). Luego me examinó ¡y dijo que ya no sufría de eso!

¡Gloria a Dios! ¡Él es maravilloso!

La Hermana Deborah

Francia