16/07/2018
La camioneta Ford

El siguiente artículo se publicó en la edición de Capta la Visión de abril del 2004:

En 1993, el Señor guio al Hermano Joseph a comprar una camioneta para la oficina de Europa. ¡No sería una camioneta cualquiera, sino una picop roja Ford! Las camionetas Ford no estaban disponibles para venta en Europa; por tanto, había que comprarla en Estados Unidos y enviarla a Países Bajos.

Tardó unos meses, pero finalmente el Hermano Buitenkamp recibió en el puerto de Países Bajos una camioneta roja Ford (F-150) usada. Cargó el platón de la camioneta con libros y cintas, y se dirigió a la frontera con Polonia, dispuesto a pagar los impuestos elevados que los polacos habían aplicado a los bienes importados. ¡Pero lo inesperado sucedió!

Los aduaneros nunca habían visto una camioneta Ford y aquella roja llamó mucho su atención; a tal grado que los agentes ignoraron el cargamento, pues estaban interesados por sentarse en la camioneta o dar una vuelta.

A lo largo de los años, miles de dólares de impuestos se evitaron valiéndose de la Ford roja para distribuir el Mensaje en Europa.

Contactamos a la oficina de Europa, indagando sobre el paradero de su “fiel compañera”. Incluimos a continuación unos cuantos testimonios sobre la camioneta:

La camioneta de color rojo con blanco había cumplido su cometido, transportando por toda Europa miles de casetes y libros durante seis años. En el 2001, se vendió la camioneta a un concesionario de coches, habiendo acumulado en su tacómetro casi 240 000 kilómetros. Durante unos años, en ocasiones la vimos en la zona. Era inconfundible; en Holanda no había vehículos similares. Ya son pasadas las épocas de transportar libros y cintas del Mensaje al otro lado de las fronteras del este de Europa. Los puntos de control fronterizos gradualmente desaparecieron, a medida que países como Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría y Rumania se incorporaron a la Unión Europea y las mercancías podían fluir por los países de la Unión Europea, como en un solo país. Con la partida de los trámites aduaneros, VGR ha venido enviando a estos países anteriormente comunistas libros, cintas y CD del Mensaje como carga transportada en rutas comerciales de camiones. Y, ahora, con la llegada de tarjetas micro SD y tabletas, se ha reducido la necesidad de transportar cargamentos de grandes dimensiones.

En uno de nuestros primeros viajes, cuando llegamos a la frontera rumana, el agente de aduana se asombró al ver un vehículo tan inusual. En esa época, en los países comunistas, ¡nunca se veía una camioneta picop!

¡Miró adentro y comentó que parecía un vehículo espacial! Le pregunté si quería dar una vuelta en la camioneta.

¡Aceptó y se emocionó bastante! Mi esposa y mis hijos se bajaron y cruzaron la frontera caminando. Yo le di el asiento delantero y pasé la frontera en el vehículo.

Olvidó inspeccionar nuestra carga y me agradeció por el recorrido. Agradecimos al Señor por permitirnos llevar 7000 casetes más allá de la frontera.

En un viaje a Polonia contaba con 7000 casetes en polaco y unos cuantos en alemán, para repartir durante el retorno en Alemania Oriental. En el ingreso, la aduana encontró en la parte posterior una caja de siete casetes. Me preguntó que más llevaba en la camioneta. Respondí que el resto era comida. Me miró y me dio paso. ¡Si supiera que traía 7000 casetes! Desde luego, ¡todo era alimento espiritual!

Regresando de Polonia, República Checa y Eslovaquia, me inspeccionaron los agentes de aduanas alemanes.

Había distribuido todos los casetes en polaco y eslovaco, y libros en checo, pero olvidé una caja de casetes en alemán en el platón de la camioneta.

Me preguntó si tenía algo que declarar y contesté: “¡Nada, señor!”. Preguntó: “¿Puedo revisar la parte de atrás?”. Dije: “¡Desde luego!” y le abrí la puerta trasera.

Halló la cajita que contenía cintas en alemán. Era el mensaje Un guía, titulado en alemán Ein Führer, por lo que pueden imaginarse lo que pensó. Dijo: “¡Todos salgan de la camioneta!” y me apuntó su arma. Quedé desconcertado de que me apuntara su arma. Preguntó en tono enojado: “¡Usted dijo que no tenía nada que declarar, pero ¡¿qué pasa con esto?!”, señalando los casetes que contenía la caja. Le expliqué que lo había olvidado. Me pidió que regresara a la camioneta y reprodujera el casete. Se molestó y me ordenó hacerlo. En mi corazón oraba: “Señor, que sea conveniente lo que diga el Hermano Branham cuando suene la cinta”. En el momento en que la Voz de Dios empezó a hablar, el guardia escuchó y me dijo de inmediato que la quitara, recogiera mis cosas y me retirara. Recuerdo la porción de la cinta: párrafos 149 y 150 de Un guía (62-1014e). Por supuesto, escuchó la traducción al alemán. Pienso que él no esperaba escuchar eso ese día. El Hermano Branham solo estaba hablando de quién era Su Guía… En fin, estábamos demorando la fila de la aduana, ¡así que nos dijo que guardáramos todas nuestras propiedades y nos marcháramos enseguida!

También habían sacado todas nuestras maletas y las habían abierto en la vía. Nos apresuramos a recoger nuestras pertenencias y pasamos la frontera.

¡Me pareció sobresaliente lo poderosa que fue una pequeña cinta al pasarnos por la frontera!

Jamás se me presentaron inconvenientes cruzando la frontera con material. El vehículo que el Hermano Joseph nos envió en ese entonces fue el indicado. El Señor conocía lo que necesitábamos para distribuir el Mensaje.

Dios los bendiga,

VGR de Europa