Ante esa situación, no tenía otra salida que recurrir a Dios. Así que le envié una carta al Hermano Joseph Branham; creo que fue en la tarde del 19 de noviembre.
A la mañana siguiente, me enviaron un correo electrónico de Jeffersonville confirmándome que el Hermano Joseph había recibido mi petición. Eso nos dio ánimo y nos ayudó a tranquilizarnos.
El 26 de noviembre, cuando le hicieron la ecografía, los médicos me dijeron que no le harían más procedimientos, ya que todo seguía igual y en esa etapa del embarazo nada cambiaría. Durante la ecografía, el médico salió de la habitación y me quedé con mi esposa. En la pantalla del computador, pudimos leer el informe del pediatra sobre la cita que tuvimos, decía: "El padre del bebé afirma que son Cristianos, ellos creen en Jesucristo y que su Dios puede solucionar el problema de su bebé". Eso fortaleció nuestra fe; teníamos que enfrentar ese reto.
Seguimos orando y escuchando al profeta. Yo leía constantemente las obras de la fe, en el capítulo 11 de Hebreos y mantenía sobre mi esposa el paño de oración que traje de Jeffersonville. Le decía esto al Señor: "¿Señor, qué pecado he cometido para merecer tal cosa? Yo capté la visión de Tu plan, apoyo el ministerio de Tu profeta William Branham y animo a la gente a escuchar la Voz de Tu profeta. ¿Qué dirán los críticos? Ellos comentarán: ‘Se dan cuenta, si él estuviera correcto con su idea de escuchar las cintas, no le habría ocurrido algo así’. Señor, yo no me he avergonzado de Ti: dije delante de los médicos que creía en Ti y que Tú podías hallar una solución al problema de mí bebé. ¿Se burlarán de Ti?, siendo que escribieron en sus informes lo que dije acerca de mi fe. Señor, testifica de mi fe, desconcierta los dispositivos del hospital Portland y confunde la ciencia de los Estados Unidos, la cual es reconocida como la más avanzada de todas. Tú dijiste que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Gracias por darme lo que te he pedido".
En la mañana del domingo 21 de diciembre, escuché un sermón del Hermano Branham y casi al final, sentí una carga en mi corazón: una voz que me decía que llenara un cheque con mi petición. Le pedí a mi esposa que me diera una chequera (las chequeras de Jesús que enviaron hace unos años), ya que ella las había guardado, me la dio y decidí llenar el cheque cuando regresará de la iglesia, pues un hermano vino a recogerme para ir a una reunión de compañerismo. Cuando el servicio terminó, el pastor le mostró un cheque a su iglesia. Ese día, no llené el cheque cuando regresé a casa. Al día siguiente escuchamos la cinta del Jubileo, ¡Por qué tuvo que ser pastor! Fue después de escuchar este sermón, el 22 de diciembre, que escribí en el cheque: "Señor, concede que mi hija Elizabeth venga a este mundo completamente sana y con todos sus órganos bien formados, para la gloria de Tu Santo Nombre". Lo firmé y escribí el nombre completo de mi hija en el reverso del cheque; luego, lo coloqué en mi Biblia (la Biblia del centenario del Hermano Branham), en la página donde está la foto del Ángel del Señor. Desde ese día, sentí una paz inmensurable.
Ingresamos al hospital en la tarde del domingo 4 de enero del 2014. La enfermera que nos atendió dijo: "Los registros dicen que han estado viendo a un especialista por la condición de su bebé". Dije: "Así es". Ella añadió: "Le informaremos a todos los médicos de su llegada".
El martes 6 de enero, a las 10:40 a. m., mi esposa dio a luz a nuestra bebé. Los médicos se la llevaron tan rápido que no logré identificar su sexo. Le pedí a una hermana que estaba en la habitación, que fuera a averiguarlo, pero fue en vano. Después de limpiar al bebé, la envolvieron en una manta y me la entregaron, se la pasé a mi esposa, ella me la devolvió y se la di a la Hermana Marcaline, quien se la entregó al médico. Los médicos se acercaron y me dijeron: "Nos llevaremos a su bebé al tercer piso, llamaremos al especialista y volveremos más tarde".
Cuando los médicos se fueron, un hermano me llamó; le conté que mi esposa había dado a luz y él me preguntó sobre el sexo del bebé, le contesté que tenía que ser una niña. Entonces, me dijo que se lo contara a otro hermano, pero me sentía turbado y le pedí que se lo dijera por mí. Cuando colgué, sentí como una voz que me habló: "¿Por qué necesitas el resultado médico para empezar a contarles a los demás del nacimiento de tu hija? Parece que no creyeras". De inmediato, eché mano del teléfono y llamé a mi amigo para contarle que Dios me había dado una niña. Casi una hora después, el pediatra se acercó y me dijo: "No hubo necesidad de examinar a su bebé con ningún instrumento. Está sana y es indiscutiblemente una niña". Le contesté: "Doctor, yo le dije que mi bebé era niña y que se llamaba Elizabeth".
La niña está saludable. ¡No tengo las palabras suficientes para agradecerle al Señor Jesucristo, el mismo ayer, y hoy, y por los siglos! ¡Estoy agradecido con Dios y tengo todos los motivos del mundo para glorificarle!
Esperábamos a Elizabeth y Dios nos la dio.
El Hermano Fernand y la Hermana Hattie-Dina Rembou