12/07/2017
¿Quién nos respalda?

Él habría sido presidente de los Estados Unidos si no se hubiera opuesto al—al whiskey. Pero él apoyó la prohibición del licor y lo derrotaron, pues en América no había suficientes Cristianos que lo apoyaran. Pero Dios mostró gracia respaldándolo. 

El Ángel del Señor (53-0604)

La cuestión del respaldo siempre surge en las finanzas y la política; parece que todos necesitan saber quién es el que respalda todo. Uno no puede prosperar si alguien no lo está apoyando. Entonces, ¿quién nos respalda cuando defendemos nuestra postura? ¡Aquél que jamás ha perdido una batalla y jamás lo hará!

Todos hemos escuchado de la sanidad del congresista Upshaw, pero ¿se han puesto en su situación? ¿Nunca han pensado en la postura tan firme que adoptó por lo correcto? ¿Sabían que hasta intentó postularse para la presidencia y un hombre pecaminoso lo venció? Pero, aun así, no renunció a su fe, sino que defendió sus convicciones con firmeza durante décadas y, al llegar a la vejez —a los 84 años— Aquel que lo respaldaba demostró que jamás nos dejará ni desamparará.

El siguiente artículo lo publicaron originalmente el 23 de septiembre de 1951 en el periódico The Courier-Journal, de Louisville, Kentucky.

 

Pastor, que deja de utilizar muletas, sigue siendo defensor de la ley seca a los 85 años

Charla planeada en Jeffersonville

Exento de las muletas que usó durante 42 años, el reverendo William D. Upshaw —un acérrimo activista de la ley seca—ayer señaló el símbolo de la Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza que llevaba en su abrigo y comentó:

“Quiero mostrarles a estos bandidos del licor que no he bajado mi bandera ni un poquito”.

En febrero, a punto de cumplir los 85 años, el Sr. Upshaw desechó sus muletas en un avivamiento de Los Ángeles dirigido por el reverendo William Branham (de Jeffersonville).

“Yo creí que Dios podía hacerlo y Él lo hizo”, declaró el Sr. Upshaw, cuya liberación de la invalidez constituye un clímax en el desarrollo de su carrera.

 

“Mi corazón se sobresaltó”

“Mi esposa colocó la mano en mi hombro mientras el Hermano Branham oraba por mi sanidad —relató el Sr. Upshaw—; de repente mi corazón se sobresaltó, arrojé las muletas y no he vuelto a usarlas”.

El Sr. Upshaw hablará hoy en el gimnasio de la escuela secundaria de Jeffersonville. El Sr. Branham ha organizado la reunión y la Sra. Upshaw va a presentar al “Hermano Willie”, como ella llama a su esposo.

Al Sr. Upshaw, a quien ordenaron ministro bautista a los 72 años, visitó por primera vez Louisville hace 50 años con motivo de una reunión de la Convención Bautista del Sur.

Regresó en 1927 —está vez con muletas— y fue nombrado vicepresidente de la Convención Bautista del Sur.

Sirvió en el congreso del distrito de Georgia, que incluye a Atlanta, y en 1932 se postuló como presidente del Partido de la Prohibición.

Nada de lo que hizo en los primeros años de su vida despertó tanto interés como cuando desechó sus muletas. Le han llovido cartas invitándolo a él y la Sra. Upshaw a Noruega, Finlandia, Alemania, Jamaica, Filipinas, entre otros países, y también a ciudades norteamericanas. Considera viajar a Jamaica el próximo año.

Mientras tanto, quiere cumplir un cometido: hablar en los seis estados estadounidenses donde nunca ha impartido una conferencia. La Sra. Upshaw —quien antes de casarse fue conferencista por 20 años de la WCTU de California— conducirá durante el recorrido.

Kentucky es uno de los que encabeza la lista de estados que han escuchado al Sr. Upshaw.

“He hablado en casi todas las ciudades ubicadas desde Hazard hasta Hickman y desde Pikeville hasta Paducah —declaró—; desde que me volví Cristiano, hace 67 años, me propuse hablar en cualquier iglesia que me abriera las puertas, sin importar su tamaño”.

La cabellera del Sr. Upshaw aún se conserva bien rojiza y abundante.

“Desde que me despojé de esas muletas, me siento como un hombre 85 años menor —dijo él—; de hecho, así es cómo la Sra. Upshaw me presenta”.

Y caminó enérgicamente por la habitación del Hotel de Kentucky para demostrarlo. 

 

Después de unos minutos, dije: “Veo a un anciano. Está sobre un almiar, allí él es un jovencito, él se cayó y se lastimó la columna”. Dije: “Tuvieron que perforar el piso para evitar que su catre vibrara en el piso”. Era un grupo de creyentes, todos en un corazón y unánimes, había cientos y cientos. Y yo dije: “Él llega a ser un gran hombre, alguna clase de orador”. Y eso me dejó. Y yo seguí, continué.

En ese momento, el Dr. Ern Baxter lo averiguó, era allá atrás, en una silla de ruedas, en un grupo a lo lejos en la parte de atrás. Él dijo: “Ése era el congresista Upshaw, ¿has oído de él?”.

Dije: “No, señor”.

Él dijo: “Hace ya unos años, él se postuló para presidente”.

Dije: “No lo conozco, señor”, dije yo.

Él dijo, dijo: “¿Será que lo traigo, para mostrar?”.

Y dije: “¿Quién es?”.

Dijo: “Está sentado allí mismo”.

Y entonces lo rodaron acá, su esposa lo hizo. Él dijo: “Joven, ¿cómo es que me conoce?”. Comentó: “El Doctor Roy E. Davis, el que lo ordenó en la iglesia bautista misionera, pues-pues él fue el-el orador principal para la convención bautista en el sur” dijo, “él fue quien me envió aquí para que Ud. orara”. Dijo: “Se ha orado por mí desde que era un niño, pero siempre creí que Dios me sanaría porque yo tomé mi posición correctamente en el tiempo de la prohibición. Yo, cuando se iba a introducir el licor, yo fui uno de los llamados huesos secos”. Él dijo: “Perdí la presidencia de los Estados Unidos por mi posición”.

Yo dije: “Eso es algo muy valiente señor”. Dije: “Que el Señor lo bendiga”.

Dije: “Muy bien, traigan aquí el primer paciente, la primera persona a pasar”. Cuando lo hice, algo le había acontecido a la señora, y Eso le dijo al respecto.

Y volví a mirar de nuevo. Y vi a ese congresista anciano en un traje de rayas, con una corbata roja, yendo, inclinándose de esta manera, hacia la gente, sencillamente caminando entre la gente.

Yo dije: “Congresista, Jesucristo lo ha honrado. Ud. tiene ahora ochenta y seis años, sin embargo, Dios lo ha honrado. Al parecer, si Él lo fuera a sanar, lo hubiera sanado cuando Ud. era un muchacho. Y sus huesos están todos frágiles, o todos... Ud. sabe, flexibles, y todo eso”. Dije: “Pareciera como que Él lo hubiera sanado en ese entonces, pero Él lo ha sanado ahora”.

Él dijo: “¿Quiere decir que ahora estoy sano?”.

Yo dije: “ASÍ DICE EL SEÑOR”. Dije: “¿Tiene Ud. un traje de rayas?”. Él-él tenía puesto un traje oscuro, con una corbata roja. Yo dije: “¿Tiene Ud. un traje de rayas?”.

Dijo: “Sí señor, compré uno apenas el otro día”.

Dije: “Levántese. Jesucristo lo sana”.

¿Y cuántos lo saben, su testimonio? Se paró en la reunión de Billy Graham, en las gradas de la Casa Blanca, y cantó Dulce Comunión. Nunca jamás utilizó muletas ni sillas de rueda, mientras vivió.

Un juicio en la corte (64-0412)