30/06/2016
Nuestro pronto auxilio

Recibimos este testimonio de parte de una hermana que estaba pasando por una situación difícil con sus hijos. Ella se dio cuenta de que el Señor no solo está dispuesto a concedernos nuestra petición, sino que en ocasiones, un poco más. 

Hace unas semanas, mi hijo de tres años se cayó en la casa rodante de los abuelos y se lastimó el brazo. Cuando dejó de llorar, le pregunté dónde se había lastimado. Constantemente decía: “El hueso”, mientras señalaba la misma zona. No sabíamos qué tan grave era la lesión; pero, luego de observarlo detenidamente, nos dimos cuenta de que no movía el brazo en absoluto. Así que decidimos llevarlo al departamento de emergencias, donde nos informaron que había sufrido una fractura.

Los médicos lo enyesaron temporalmente en caso de inflamación y nos dijeron que concertáramos una cita con el ortopedista. A los dos días, le cambiaron la escayola provisional por fibra de vidrio. Ese día concerté dos citas: una dentro de diez días para sacar una radiografía del brazo sin retirar el vendaje, a fin de evaluar el proceso de recuperación, y la otra dentro de tres semanas para quitar el vendaje.

Diez días después de fracturarse, su hermana lo golpeó en la parte posterior de la cabeza con un azadón de jardinería para niños. ¡Qué hemorragia! La sangre brotaba de la herida y había corrido como ocho centímetros por mi dedo hasta mi muñeca. ¡Entré corriendo a la casa, tomé un motón de toallas de papel absorbente, presioné la herida y oré! Sencillamente le pedí al Señor que detuviera el sangrado y cerrara la herida. No sabía por cuánto tiempo debía ejercer presión; pero tenía que revisar la herida para percatarme de la situación a la que me enfrentaba y decidir si debía o no llevarlo al hospital, siendo que se le había fracturado el brazo hacía muy poco.

Cuando levanté las toallas, muy suavemente, noté que habían absorbido toda la sangre y, para mi sorpresa, ¡la hemorragia se detuvo al instante! Me quedé observando atónita, pues sabía que las heridas en la cabeza no dejan de sangrar fácilmente. Por si acaso, intenté ponerle una venda adhesiva, pero no se adhirió a su cabeza. ¡Pienso que el Señor quería decirme que Él ya estaba encargándose de la situación! ¡Por la tarde ya se había formado una costra!

Dos días después, acudimos a la cita de la radiografía de Oliver. Al entrar al consultorio, noté que en la mesa había una herramienta para cortar la escayola. Desconcertada, miré a la enfermera y le expliqué que los médicos acordaron no retirarla durante la radiografía. Hasta le pregunté: “¿No sería muy precipitado quitársela ahora?”.

Habiéndolo consultado con el médico, regresó e indicó que la retirarían durante el procedimiento y después, si era necesario, lo enyesarían de nuevo. Mientras esperaba los resultados en la sala, no dejaba de pensar, pues no comprendía por qué se la habían quitado. Solo habían pasado doce días. El verano pasado, mi hija, quien en ese entonces tenía tres años, se fracturó el brazo ¡y permaneció enyesada durante cuatro semanas y media!

Poco después el médico entró y dijo que no necesitaba hacer nada más. ¡Su brazo se había recuperado por completo! La enfermera revisó la radiografía varias veces, la comparó con la anterior y mencionó que es maravilloso ser así de joven y que los pequeños se recuperan demasiado rápido. Supongo que ella tampoco podía creerlo.

Cuando entré al auto, llamé a mi esposo para contarle las buenas noticias. Él comentó: “¿Tan pronto? Bueno, supongo que cuando oraste por la lesión de su cabeza, ¡él Señor de paso sanó su brazo!”. Entonces, lo comprendí todo; eso fue EXACTAMENTE lo que pasó. No me percaté de lo que Dios estaba haciendo hasta que ya lo había concluido. Desde que esa prueba comenzó, cuando se fracturó el brazo, hasta el día en que se golpeó la cabeza, el Señor sabía que escribiría este testimonio.

Solo sé que nuestro Dios en verdad nos acompaña en los tiempos de necesidad y sana instantáneamente las dolencias por las que oramos y hasta por las que no. Ahora sé por qué le quitaron la escayola tan pronto, a pesar de que habían dicho que se la dejarían tres semanas. ¡El Señor lo había planeado todo!

La Hermana Dawn

Estados Unidos