12/07/2016
Las piezas que faltan del rompecabezas

La costa oeste norteamericana ha encabezado muchas noticias últimamente. Muchos geólogos han lanzado alertas de peligros eminentes que amenazan la costa oeste, pudiendo cobrar miles de vidas. Si están familiarizados con el Ministerio del Hermano Branham, entonces ya saben lo que ocurrirá. A California la acecha un terremoto masivo que se está formando cautelosa y subterráneamente y un día “hundirá ese lugar”.

Miren los terremotos de por aquí en California. Yo predigo, antes de la venida del Señor Jesús, que Dios hundirá ese lugar. Yo creo que Hollywood y Los Ángeles, y esos lugares inmundos de por allá, que el Dios Todopoderoso los hundirá.

¿Quién decís que es Este? (64-1227)

Los creyentes son conscientes de que un día la costa oeste se estremecerá por terremotos, pero la ciencia también ha anunciado lo mismo por décadas. ¿Cómo lo saben? Es muy sencillo.

Los científicos observan fenómenos. Procuran averiguar la razón de esos fenómenos y luego especulan lo que sucederá en el futuro. Se valen de todos los medios a su alcance, como propiedades físicas de rocas, terremotos registrados, evidencias de terremotos y tsunamis prehistóricos, y hasta escritos de civilizaciones antiguas. Todos estos sirven como piezas de un rompecabezas empleado para predecir sucesos futuros. El problema es que ellos desconocen la imagen completa del rompecabezas. La Palabra de Dios es como la imagen del resultado final en la portada de la caja del rompecabezas. Si los científicos organizaran las piezas conforme a la escena completa, podrían lograr algo. Nuestra última palabra es que si la ciencia coincide con la Palabra, es verídica. De no ser así, nuestros eruditos amigos están sencillamente equivocados. La Palabra de Dios es el mayor conocimiento.

Recopilamos hallazgos científicos recientes que guardan cierta relación con lo que el profeta dijo hace muchas décadas. Aunque no sepamos con exactitud cómo se cumplirán las profecías, vemos que la ciencia corresponde a la profecía más que nunca antes.

En primer lugar, ¿a qué se refieren con “un terremoto de magnitud 7,0”? La magnitud es simplemente una medida de la cantidad de energía emitida desde la fuente del terremoto. La intensidad, o fuerza, de un terremoto se determina por la cantidad de daño. La diferencia entre las medidas 5,0 y 4,0 quizás no nos parezca significativa a la mayoría, pero sí lo es. Uno de magnitud 5,0 es 10 veces mayor que uno de 4,0. Entonces, cuando sumamos 1 a la intensidad (de 4,0 a 5,0), estamos multiplicando el estremecimiento por 10. Cuando la magnitud excede 6,0 o 7,0, este incremento es descomunal y uno mayor produce un estremecimiento más potente y prolongado, lo cual multiplica la fuerza por otra decena. Por ejemplo, uno de 9,0 que azotara el nordeste de Estados Unidos liberaría 100 veces más energía y sería 1000 veces más intenso que el de 7,0 que asoló Haití hace unos años.

Les mostraremos unos ejemplos de magnitudes sísmicas. Los menores de 2,0 pasan desapercibidos para la mayoría. Los de 2,0 a 3,9 son perceptibles y hacen vibrar los platos de los estantes, pero no suponen ninguna amenaza. Reconocerán un terremoto cuando este varía entre 4,0 y 4,9. Puede ser que se caigan objetos de los muebles, pero no suelen producirse muchos daños, especialmente en los edificios modernos. Los de 5,0 a 5,9 arrojan objetos de los muebles y estropean estructuras mal construidas, pero por lo general no son muy peligrosos. Los de 6,0 a 6,9 figuran en la categoría crítica. Ocurren cuando las casas empiezan a desplomarse y el temblor se alcanza a sentir a cientos de kilómetros de distancia. Los de 7,0 a 7,9 se consideran grandes terremotos. Dependiendo de donde golpeen, pueden dejar miles de víctimas y ruinas considerables. Ciudades como Tokio están construidas a prueba de grandes terremotos, así que el daño se mitigaría. Cuando un sismo de 7,0 devastó Haití hace años, los muertos ascendieron a más de 100 000 y los damnificados a más de 6 millones. A pesar de que la mayoría de las estructuras de California están bien construidas, no estamos tan prevenidos contra un gran terremoto como Tokio o muchas otras zonas metropolitanas. Un terremoto de magnitud 8,0 en adelante es sencillamente vasto, con la capacidad de destruir lo que sea que alcance. Si Los Ángeles sufre un terremoto así, el solo temblor causaría miles de muertes y, acompañado de un tsunami, sería catastrófico. Chile experimentó en 1960 el mayor terremoto jamás registrado, con una magnitud de 9,5. El segundo mayor fue el gran terremoto de Alaska, con magnitud de 9,2, del cual habló el Hermano Branham.

En California se ubican dos grandes sistemas de fallas que ha descubierto la ciencia:

1) La falla de San Andrés, que se extiende desde el sur de California, cerca del lago Saltón, hasta el cabo Mendocino, norte de California. Los científicos señalan que puede desencadenar un terremoto dentro del rango de 8,0. En su extremo norte, llega cerca de un poderoso encuentro de dos placas tectónicas, que se llama la zona de subducción de Cascadia.

2) La falla de Cascadia, abarca desde el norte del cabo Mendocino hasta la isla Vancouver. En su mayoría, está sumergida en el océano, lo cual agrava el doble la situación. Este titán no solo puede desatar el mayor terremoto jamás registrado, sino impulsar un tsunami que sepultaría todo lo que se le cruce. La mayor parte de la costa oeste estadunidense correría peligro.

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En la costa oeste se encuentran dos grandes sistemas de fallas, con el potencial de infligir daños catastróficos, pero la ciencia ahora está descubriendo algo: ¡los dos sistemas de fallas están relacionados! Están encajando piezas del rompecabezas que indican que la mayoría de los grandes terremotos de San Andrés han resultado de terremotos enormes de Cascadia. Por consiguiente, es posible que el norte de California, Oregón o Washington (o los tres) padezcan un terremoto y un tsunami devastadores y, poco después, otro terremoto arrase Los Ángeles. Y todo eso lo concluyeron a partir de unas cuantas piezas del rompecabezas que reunió la ciencia. La imagen de la caja dice:

Esa es una advertencia solemne. Nosotros no sabemos a qué hora. Y Uds. no saben a qué hora, esta ciudad un día estará acá en el fondo de este océano.

“Oh, Capernaum”, dijo Jesús, “que eres levantada hasta el Cielo, serás traída hasta el infierno...porque si las poderosas obras hubieran sido hechas en Sodoma y Gomorra aún estarían hasta el día de hoy”. Y Sodoma y Gomorra están en el fondo del Mar Muerto, y Capernaum está en el fondo del mar.

Tú, ciudad, que dices ser la ciudad de los Angeles, que te has exaltado hasta el Cielo y has enviado todas las cosas inmundas de modas y cosas, al grado que países extranjeros vienen hasta acá para recoger nuestra suciedad para enviarla lejos, con tus finas iglesias y sus campanarios y demás, así como lo haces, recuerda, ¡un día, estarás en el fondo de este mar! Eres un gran panal por debajo ahora mismo. La ira de Dios está hirviendo debajo de ti. Por cuánto tiempo más mantendrá El esta barra de arena colgando sobre eso, cuando el océano con una milla de profundidad entrará hasta el Mar Salton [Lago que se encuentra al extremo sureste de California, cerca de la frontera con el estado de Arizona.—Traductor]. Será peor que el último día de Pompeya. ¡Los Angeles, arrepiéntete! ¡Arrepiéntanse todos Uds. y vuelvan a Dios! La hora de Su ira está sobre la tierra. Huyan mientras hay tiempo de huir, y vengan a Cristo.

Escogiendo una Novia (65-0429E)

Les mostramos otras piezas del rompecabezas que últimamente hemos visto en los noticieros:

  • La escala de medición sísmica se desarrolló en 1935, así que los científicos solo conjeturan las magnitudes y las frecuencias de los terremotos históricos. Piensan que entienden el comportamiento de esos fenómenos, pero solo especulan en lo que se remonta a miles de años, sin datos concretos.
  • La falla de San Andrés se desplaza a lo largo de California por 1287 km, con una profundidad de 16 km.
  • Las fallas de San Andrés y de Cascadia son sistemas de fallas —y no solo fallas—, pues las conforman muchas fallas conocidas y desconocidas (cada una con la posibilidad de quebrarse y causar un terremoto).
  • El tramo sur de la falla de San Andrés ha prolongado mucho un gran terremoto. Él último gran terremoto sucedió en 1857, con una magnitud estimada en 7,9. La sección sur del sistema de fallas de San Andrés (en el área de Los Ángeles) debería desplazarse a razón de 5 metros cada cien años; de lo contrario, la presión empieza a acumularse. En 1812 se vio el último desplazamiento considerable en esa área y, en sus zonas más sureñas, ha permanecido estática aproximadamente desde 1680. Se ha prolongado mucho.
  • El 26 de enero de 1700, en la zona de subducción de Cascadia, se produjo un megaterremoto que además de impactar la costa oeste propulsó una ola gigantesca que cruzó el océano Pacífico y arrolló villas de Japón.
  • La zona de subducción de Cascadia también influye en una serie de volcanes repartidos desde el norte de California hasta Columbia Británica. En esa zona se encuentran 13 volcanes activos. El más grande es Monte Shasta, de California, y el más perjudicial es Monte Rainier, de Washington, por su cercanía a zonas altamente pobladas. 
  • El terremoto de San Francisco de 1906 —de la parte norte de la falla de San Andrés, con una magnitud estimada en 8,2— segó más de 3000 vidas y destruyó 28 000 edificios. En 1906 la población de San Francisco era de 800 000; hoy, asciende a 7 millones.
  • El 17 de enero de 1994, un terremoto de magnitud 6,7 golpeó el área de Los Ángeles, causando 57 muertes y daños valorados en 20 000 millones de dólares. Los científicos afirman que la falla de San Andrés es capaz de ocasionar uno de 8,0, que comparado con uno de 6,7 sería 20 veces mayor y casi 90 veces más fuerte.
  • Hace poco, los científicos descubrieron que el sistema de fallas de San Andrés está empezando a moverse lentamente. No saben lo que significa, pero lo consideran una señal que advierte de un gran terremoto contra California.

Las siguientes son unas piezas del rompecabezas que se aprecian en la imagen de la caja, pero que la ciencia ignora:

  • El terremoto de San Francisco corresponde al 18 de abril de 1906. El avivamiento de la calle Azusa se originó el 9 de abril de 1906 en Los Ángeles, lo cual marcó el comienzo de la séptima y última edad de la Iglesia.
  • El terremoto de Alaska data del 27 de marzo de 1964. El 25 de marzo de 1964, un torbellino arreció por un cañón y al Hermano Branham le fue revelado que aquel juicio azotaría la costa oeste.
  • La Palabra nos enseña con claridad que los terremotos y las inundaciones son a menudo consecuencias de la vida pecaminosa (la gran inundación, de Génesis 7, y la destrucción de Sodoma y Gomorra, de Génesis 19).
  • El Hermano Branham dijo: “Jamás ha habido una época, desde Sodoma, en que los homosexuales y la perversión hubieran aumentado tanto como ahora”.
    • En 1984 se promulgó la primera ley a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo en Berkeley California.
    • Aunque los estadunidenses suelen votar en contra del matrimonio gay, las cortes impugnaron constantemente el voto del pueblo. La corte más poderosa del mundo ya concluyó el asunto. La Corte Suprema de Los Estados Unidos emitió una resolución global legalizando el matrimonio gay en todo Estados Unidos.
    • Es la primera vez en la historia que tales cosan ocurren. Háganse la pregunta: ¿cuál es peor?, ¿nuestro mundo moderno o Sodoma y Gomorra? “Si Dios permitiera a esta nación escaparse con lo que ha hecho ahora, estaría obligado a levantar a Sodoma y Gomorra y pedirles perdón por haberlas quemado” (64-0208).

Puede ser que esta calma que precede a la tormenta se haya prolongado por la paciencia de nuestro Señor Jesús. Él retendrá los terremotos y la destrucción mientras Su Novia se prepara, pero hasta los pronósticos de los científicos advierten que nos queda poco tiempo. Ya vimos el cumplimiento de muchas profecías, como el aumento de la inmoralidad, carros con forma de huevo y hasta la gran probabilidad de que una mujer ascienda a la presidencia. El Rapto sucederá pronto, así que asegurémonos de que nuestra vida esté en orden. Queda poco tiempo.