09/07/2020
La Mano de Dios

Los saludamos a todos en el precioso Nombre de nuestro Señor y Salvador, el Señor Jesucristo. Vivimos en la región de Trois-Rivières, Quebec. Tengo 60 años y soy dueño de un pequeño negocio de servicio de limpieza regular. No es un trabajo de tiempo completo, pero para mí es casi como estar jubilado. Sin embargo, en esta época de pandemia, este trabajo se considera un trabajo esencial. Mi esposa trabaja en un asilo de ancianos y por lo tanto no hace falta decir que también es un trabajo esencial.

Para nosotros, los creyentes, esta pandemia no es motivo de preocupación, solo oramos y pedimos al Señor que proteja a toda la gente de los lugares donde trabajamos. Para mí, esos lugares incluyen unas pocas compañías y unos 15 apartamentos. Hasta ahora no he conocido ningún caso de contagio del virus entre estas personas.

En el asilo de ancianos, donde trabaja mi esposa, viven unas 160 personas, además del personal de enfermería. Hasta la semana pasada, no se habían registrado casos de COVID-19. Pero los directivos tuvieron un problema de pandemia en el hospital de su departamento geriátrico. Varias docenas de personas se infectaron y decidieron trasladar a una mujer de 84 años que aún no presentaba ningún síntoma. Una prueba que le practicaron a esta persona resultó negativa. Sin embargo, se sabe, en el campo de salud, que los resultados de una persona sin síntomas son negativos.

Con la llegada de esta señora, la residencia de ancianos donde trabaja mi esposa ha tomado algunas precauciones, pero, con la falta de personal que tenemos en estos centros de Quebec, fue imposible controlar a todos los ancianos que recorren el lugar. Estas personas, que llaman “los transeúntes”, pueden movilizarse por su cuenta. Algunos fueron a visitar a la recién llegada a su habitación. Dos días después, el personal notó que la mujer de 84 años presentaba síntomas de COVID-19. Le hicieron otra prueba a la señora y salió positiva. Mientras tanto, a los transeúntes también les dio fiebre, así como a otras personas que estuvieron en contacto con ellos. De modo que 8 personas tenían fiebre y la mujer de 84 años dio positivo. La trasladaron a una habitación completamente aislada con un personal dedicado solamente a ella.

Sobra decir que, desde la llegada de este virus, los empleados del asilo han estado terriblemente estresados. Un decreto del gobierno los obliga a trabajar, cancelar sus vacaciones, etc. Lo cual los desanimó y atemorizó. Mi esposa también se inquietó, pero le recordé que habíamos estado orando, ahora todo estaba en las manos de nuestro Señor y Satanás debía discutir con ÉL por esto, y mantuvimos nuestra FE.

Según el personal de salud que atendía a la señora de 84 años, ella estaba sentenciada, ya que su salud no era muy buena, aún antes de contraer el virus. Para los demás, fue el comienzo de una larga y sombría lucha. Mi esposa les decía que todo saldría bien, que ella y yo habíamos orado, y que Dios tenía todo bajo control.

Entonces la gracia de Dios intervino. Esa misma tarde, el equipo médico procedió a trasladarla a una habitación aislada y reservada para las personas contagiadas, pero esa misma tarde, la señora de 84 años no presentó más síntomas y quedó sana. Estaba totalmente lúcida y hablaba normalmente con el personal a su cargo. Además, los resultados de las pruebas que les tomaron a las otras ocho personas que tenían fiebre llegaron al centro, y todas resultaron negativas. Estas personas se encuentran bien.

Sin duda, el personal no sabe lo que pasó, algunos admiten que algo inexplicable sucedió en esta recuperación, algunos hablan de un caso extremadamente raro, pero ninguna de estas personas puede ver la mano de Dios. Mi esposa y yo estamos agradecidos con nuestro Señor por abrir nuestros oídos y nuestros ojos a este Mensaje. Esperamos que este breve testimonio sea una bendición para Su Novia.

Que Dios los bendiga a todos,

El Hermano Gaëtan y la Hermana Janique