21/06/2016
Así se encendió la vela

La vela de esta hermana llevaba mucho tiempo encendida, pero sencillamente no brillaba como debía. Su vida estaba tan ocupada por distracciones como la televisión, las películas, el trabajo y en especial las redes sociales que apenas podía dedicarle tiempo al Señor. Algo muy importante que ella no desatendió fue asistir a la iglesia. Fue en una de esas reuniones que ella reconoció las tácticas del diablo y lo enfrentó. Este es su testimonio.

En el 2014, viví una experiencia que, no importa lo que pase, JAMÁS podré olvidar.

Todo comenzó con el Mensaje en una mano y la Biblia en la otra. Nací y crecí en el Mensaje. Nunca fue difícil encontrar ejemplos auténticos del comportamiento de un Cristiano genuino; mis padres eran ese ejemplo. Se podría decir que yo era una “buena” Cristiana (al menos, era lo que yo creía): asistía fielmente a la iglesia, cantaba himnos, tenía el cabello largo y demás.

A principios del 2014, el Señor empezó a lidiar conmigo en cuanto a cositas que se infiltraron en mi vida durante los años que fui un fiel miembro de la iglesia: programas de televisión, películas y adicción a las redes sociales. El interés que sentía por el entretenimiento de Hollywood desapareció, pero persistió el hábito de frecuentar las redes sociales para “confraternizar” con mis amigos. Tenía un negocio de fotografía que había prosperado bastante; pero, a fin de mantenerme al nivel de la competencia, tenía que actualizar mi página constantemente y publicar contenido nuevo.

Al ocuparme del negocio y de las tareas de una joven madre y esposa, apenas podía dedicarle tiempo al Señor. Con frecuencia sentía remordimiento, pero simplemente lo ignoraba. Además, cuando ha de llegar ese apretón le consagraremos todo nuestro tiempo al Señor, ¿no es así? Bueno, ese apretón llegó antes de lo que pensaba y muy diferente de lo que esperaba. Un ministro nos visitó y predicó sobre los “gigantes”. Explicó que todos tenemos un gigante en nuestra vida que debemos derrotar. Bueno, esas palabras me llegaron al alma. Esa noche, en el camino a casa, una batalla se libraba en mi mente. Sabía lo que debía hacer y, cuando estacionamos el auto, ya me había decidido. 

Me deshice de todas las distracciones de las redes sociales, tiré mi negocio por la borda y saqué la caja de mensajes que había guardado en el armario. Hermanos, no puedo describir el gozo que siento; ¡verdaderamente es inefable! Empecé mis días libres con la Biblia en una mano y el Mensaje en la otra. ¡Leí como si estuviera muriéndome de hambre! Amigos, ¡de verdad que lo estaba! Primero leí el mensaje La destellante luz roja de la señal de Su venida, pues había soñado que el Hermano Branham me abordaba para entregarme cuatro mensajes y me decía: “Léelos”. Cuando los miré, noté que el primer mensaje era La destellante luz roja de la señal de Su venida.

Empecé a darme un festín diario de Su Palabra. Entre más leía la Biblia, más quería leer el Mensaje, y viceversa. Yo reto a cualquiera que diga que este Mensaje no es la Palabra verdadera; ¡sencillamente no leen bien la Biblia! Empecé a sentir que Su presencia visitaba mi hogar a diario. Ciertamente el compañerismo era todos los días. En las noches, no dormía de solo meditar en Él. Sin duda este Mensaje es mi absoluto. ¡Conozco personalmente a Cristo gracias al Maná escondido que Él me dejó! Soy consciente de lo que experimenté y todo ocurrió en un lugar secreto. Fue Jesucristo, el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.

Amigos, desde que empecé a vivir este jubileo, he acumulado muchos testimonios; el Señor no deja de vindicar esta Verdad. Permanezcan con este Mensaje. Su venida está a la mano.

Que nuestro misericordioso Señor los perfeccione con el Amor divino.

La Hermana Sarah

Florida