31/07/2017
Una mano de ayuda

Este testimonio que nos envió una familia nos recuerda bien que Dios siempre extiende su mano en los momentos de necesidad:

Durante unas vacaciones familiares en Cancún, México, nuestro nieto de dos años, Micaiah, sufrió un ataque cuando íbamos a tomar un taxi con destino a nuestra casa de campo. Perdió el equilibrio, sus ojos quedaron blancos, los labios azules y quedó inconsciente. Inmediatamente invocamos la gracia y misericordia de Dios. El taxi se dirigió al hospital más cercano. La mamá de Micaiah, Deborah, intentó reanimarlo con compresiones en el pecho y respiración boca a boca.

Algunos de los que viajaron con nosotros sabían que habíamos ido al hospital, pero no podían localizarlo. El Hermano Danny Fehr (su otro abuelo) ni siquiera se enteró de lo que había ocurrió con su nieto, pues no podíamos contactarlo. No llevábamos celular ni pesos mexicanos.

Entonces me dieron la dirección de un cajero automático y mientras esperaba en la fila para usarlo, vi una dama de apariencia Cristiana saliendo de un supermercado. Cuando se detuvo para acomodar los paquetes, me salí de la fila y me crucé en su camino. Cuando pasó, le pregunté si conocía a William Branham. Al principio, quedó desconcertada, pues yo hablaba inglés; pero luego sonrió y contestó: “¡Sí!”. Nos hicimos a un lado para mostrarle algunos contactos de Cancún, que me había dado el Hermano Jerry Amalong, y resultó que uno era su papá. Ella tenía celular e hizo algunas llamadas. Una fue a su primo, que por casualidad estaba en el aeropuerto con el Hermano Danny. Así que pude relatarle lo que pasó con Micaiah y darle nuestra ubicación.

El solo pensar me que encontré con esta Cristiana entre cientos de miles de personas que viven en Cancún. Sin duda fue la mano de Dios ayudándonos durante la necesidad. Lo que acentúa el milagro es que ella no vive en esa zona de la ciudad y normalmente no habría visitado la tienda ese día, pero necesitaba suministros para su clase de cocina, que pospuso del jueves para el viernes. El Señor obra por ambos lados.

Además, el médico que examinó a Micaiah sabía un poco de inglés y fue muy amable con ellos. Deborah pudo testificarle y antes de partir de México, regresó al hospital para que viera lo saludable que estaba el niño y regalarle algunos libros del Mensaje en español, que aceptó gustosamente y prometió que leería.

Ciertamente Dios es buen Padre y sabe cómo cuidar de Sus hijos.

Dios los bendiga,

El Hermano Larry