15/07/2016
¡Sanada!

Saludos en el Nombre del Altísimo a todos mis hermanos y mis hermanas alrededor del mundo. Hoy volví a dar gritos de alabanza para agradecer a nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

En febrero del 2015, fui al departamento de urgencias por causa de un orzuelo. Si este término les resulta desconocido, un orzuelo es una inflamación dolorosa dentro del párpado producida por la bacteria del estafilococo. Tras tomar la medicina que me prescribieron durante dos semanas, visité a mi médico de cabecera, quien me recetó otro antibiótico y gotas para el dolor; pero fue en vano.

Regresé al médico, donde me remitieron a un especialista que me formuló gotas para los ojos y, una semana después, me mandó al oftalmólogo, el cual se dio cuenta de que en el ojo izquierdo no solo tenía un orzuelo, sino cuatro. Seguí el tratamiento que me recomendaron y también oré; pero aun así no recibí liberación total.

En la tercera visita solo me dieron las opciones de aguantarlo por el resto de la vida, seguir usando las gotas de esteroides durante un tiempo o practicarme una cirugía que me dejaría un hundido visible en el ojo. Me llevé la prescripción y me fui. De camino a casa, me dije: “Mi Señor creó todo a Su imagen y semejanza”. Así que, al llegar a casa, dirigí mi fe hacia la promesa de mi precioso Salvador. Llamé al médico y le dije que no tomaría la medicina ni me sometería a la cirugía. Dejé mis necesidades en las manos del Señor y noté que mi ojo empezó a recuperarse lentamente. ¡Gloria a Dios!

Me encanta cultivar mi huerta y espero con ansias que llegue el verano para sembrar. Mientras estaba sembrando, el miércoles, 1 de junio del 2016, me cayó polvo en el ojo y me irritó tanto que empezó a sangrar. A diario adoro al Señor escuchando a nuestro profeta, el Hermano Branham, y empecé a llorar con el sermón Despierten a Jesús. Después de dejar a los niños en la escuela, decidí que era hora de entregarle eso a Dios. Cogí mi aceite para ungir junto con el paño de oración y dije: “Padre, así como tomaron del cuerpo de Pablo pañuelos y delantales, yo tengo este paño de oración, el cual ungió Tu Espíritu Santo por medio de un vaso humano. Por tanto, como sé que Tú lo tocaste, reclamo la sanidad de mis ojos en el nombre del Señor Jesucristo y le agradezco a Él por suplir esta necesidad hace dos mil años”. 

El 3 de junio, a las 3:35 p. m., me miré en el espejo y revisé el interior del párpado. Grité con todas mis fuerzas: “¡ALELUYA!”. Mi mamá vino corriendo y despertó a nuestro pequeño que estaba durmiendo. La alabanza, el honor y la gloria es para el Señor Dios Todopoderoso. Él nuevamente me ha llenado de felicidad al sanar mis ojos por completo, como si nunca hubiera sufrido de orzuelos. Dios, te amo por la Verdad; Tu preciosa Palabra; el Cordero sacrificado; nuestro Señor Jesús, quien murió y resucitó; Su resurrección, por la que el Espíritu Santo nos acompaña hoy y suple cada necesidad; y por nuestro precioso profeta, el Hermano Branham. Solo testifico para glorificarlo. Les deseo a todos paz, amor y bendiciones.

La Hermana Amanda

Canadá