Quiero compartir un testimonio de lo que el Señor hizo por mí.
En el verano del 2015, empecé a sufrir de insomnio. El médico me recetó varios medicamentos, pero todos me produjeron reacciones adversas. Cada noche tomaba una medicina distinta para no volverme adicta a ninguna. Pero no siempre funcionaban; a veces, eran completamente inútiles. Le pedí al Señor que me permitiera dormir normalmente sin necesidad de medicamentos.
A principios de agosto, empeoró repentinamente; podía pasar la noche en vela y en ocasiones por varios días seguidos. Mi esposo me llevó a La Voz de Dios, donde un hermano oró con nosotros en la capilla. De inmediato supe que el Señor había intervenido y me marché con el sentir de que todo había terminado. Las dos noches siguientes, pude dormir, sin medicamentos; pero a la tercera, pasé despierta toda la noche.
En lugar de seguir reclamando la promesa de Dios, me empezó a atemorizar. Entonces, todo fue de mal en peor. Me sumí en una condición desesperada que no puedo describir. Solo aquellos que han sufrido de graves problemas nerviosos o sentido los efectos colaterales, pueden entenderlo. Al sufrir falta de sueño extrema, Satanás empieza a atacar la mente y el cuerpo. Pero los efectos mentales son mucho peores que los físicos o el agotamiento. Origina toda clase de pensamientos, incluida la paranoia; por lo que hacía comentarios y me comportaba de forma anormal.
Satanás empezó a decirme que iba a enloquecer, que mi matrimonio se iba acabar, que los otros creyentes ya no me querían y demás. Al final me dijo que estaba perdida, que me había propasado y no me quedaba esperanza.
Mi esposo y mis amigos oraron por mí, intentaron animarme y me dijeron que Satanás estaba mintiendo. Algunos creyentes dedicaron mucho tiempo a aconsejarme. Hasta pude hablar varias veces con el Hermano Joseph. Él también me animó a ignorar esas mentiras y me dijo que yo era una creyente genuina y una hija de Dios.
Pero a pesar de toda la oración y las palabras de aliento, me avergüenza mucho contarles que seguí escuchando las mentiras de Satanás y empeoré. Solo puedo describirlo con decir que el ataque mental era muy fuerte. Las acusaciones me bombardeaban constantemente. Sabía que amaba al Señor, a pesar de que el diablo me diera argumentos convincentes de lo contrario. No tenía duda de que creía este Mensaje y que había vivido una experiencia genuina con el Señor.
Asistir a la iglesia era extremadamente difícil, pues allí los ataques se intensificaban. Pensaba que todos me evitaban. ¡Hasta llegué a creer que algún día me dirían que no regresara a la iglesia por mi mala actitud!
Pero en medio de esa situación, sabía que tenía que seguir asistiendo y escuchando la Palabra. No tenía ánimos de cantar, pero lo hacía de todas maneras. No tenía ganas de hacer nada, ni siquiera las tareas domésticas ni cocinar. ¡Mi esposo se las arreglaba con cereal o lo que pudiera encontrar! También me aterrorizaba quedarme sola en casa, aunque normalmente soy muy hogareña.
Era consciente de que estaba volviéndome adicta a un somnífero en particular; lo tomaba todas las noches. Era el único que toleraba; pero, al investigar en internet, me inquieté mucho. Dicen que es muy adictivo y los efectos de suspenderlo son muy duros; hasta recomiendan supervisión médica si uno quiere dejarlo.
Recuerdo que un día estaba sentada en la sala mirando por la ventana mientras pensaba: “Nunca superaré esto; así voy a morir”. Satanás dijo: “Es imposible que te recuperes”. Contesté: “Eso es muy cierto. PERO la Palabra de Dios dice que todo es posible”. Empecé a orar así todos los días: “Señor, Tu Palabra dice que todo es posible y Tu Palabra es la Verdad. Lo que el diablo me dice, a pesar de lo real que parece, es mentira”. Sinceramente, mi estado de ánimo no lo respaldaba, pero el Hermano Branham dice que no es lo que sentimos, sino lo que creemos.
El 22 de diciembre, me reuní con varias hermanas a desayunar. Recuerdo que me atemorizaba regresar sola a casa. Después tuve que encargarme de unos mandados. Cuando terminé, subí al auto y me dirigí a casa. No había manejado más de un minuto cuando repentinamente sentí que esa horrible sombra se desvaneció un poquito. No puedo explicarlo; no me había sentido así en meses. De un momento a otro, me dieron ganas de cantar, así que empecé a hacerlo y la carga se aligeró más. Satanás dijo: “Eso no es más que una casualidad. Ya sabes que será momentáneo”. Pero yo ya sabía que estaba ocurriendo algo real. Luego de conducir unos kilómetros, estaba cantando, llorando, aplaudiendo y alabando a Dios.
El insomnio persistió durante un tiempo, pero poco a poco desapareció. Reduje la dosis de medicamento con el fin de dejarlo por completo. No experimenté los
síntomas de abstinencia que mencionaban en Internet. ¡Gloria a Dios! Él también me liberó de eso.
No puedo encontrar palabras apropiadas para describir lo agradecida que estoy por lo que Él hizo por mí y mi gratitud hacia el Hermano Joseph, mi esposo y todos los hermanos y hermanas que me apoyaron fielmente en oración y me animaron. Ellos no me dejaron rendir. Gracias a esas oraciones pude sobreponerme. Es muy difícil uno mismo tener fe cuando se enfrenta una situación así.
Estoy ansiosa por asistir a todos los servicios. Son absolutamente increíbles y maravillosos. En cada servicio se siente el Espíritu del Señor y cada cinta se percibe completamente nueva. Siempre se me forma un nudo en la garganta cuando pienso en todo lo que el Señor ha hecho y lo que está haciendo. Lo amo. Amo Su Palabra. Él es fiel en todo aspecto. Es el Sanador del cuerpo, la mente, los nervios, el espíritu… todo. Soy una prueba viviente de eso. Desde que fui libre, mi amor por Él se ha incrementado. Yo no hice nada; todo lo hizo Él. Como dije, es indescriptible lo que hizo por mí.
Dios los bendiga,
La Hermana Jenny
Estados Unidos