Me gustaría compartir algunos de los testimonios que el Señor me concedió en el campamento de Still Waters; estos ocurrieron uno tras otro, tras otro.
Me llamo Raquel Peralta y soy de Colombia. Durante muchos años, uno de los deseos más grandes de mi corazón fue asistir al campamento de Still Waters. Este año me pude registrar. El día de las inscripciones estaba ansiosa y pendiente de la cuenta regresiva.
Cuando el contador llegó a 0:00:00, ingresé, pero la página estaba lenta y, en dos minutos, terminé en la lista de espera del segundo campamento. Estaba muy triste, pero recordé que mi papá me dijo, por fe, que iría. Estaba orando y le pedí al Señor que quería recibir el Bautismo del Espíritu Santo y que ese era mi motivo principal de asistir al campamento.
Días después, ¡recibí un correo para ir al primer campamento! Estaba muy emocionada, el Señor había contestado mis oraciones. Empezamos a prepararnos, pero, unos días antes de viajar, me enfermé. Así que le oré a Dios para que me recuperara antes del viaje. Unas horas antes de partir, el Señor me sanó milagrosamente. Viajé con un amigo que también iba al mismo campamento. El día del vuelo a los Estados Unidos, el avión hizo escala en Miami y luego iba a continuar a Louisville.
En Miami, esperamos cuatro horas en la puerta de embarque y, de repente, la cambiaron. La notificación llegó muy tarde, por lo que perdimos el vuelo y no pudimos ir. Como fue culpa de la aerolínea, nos dieron un pasaje para el día siguiente por la tarde.
El día siguiente estábamos de nuevo en el aeropuerto, pero, cuando fuimos a abordar, no nos habían asignado asientos; por lo que tuvimos que esperar a que revisaran si quedaban sillas disponibles. Me preocupé mucho, pues si no conseguíamos asientos, perderíamos el vuelo de nuevo. Así que le escribí a una hermana que me iba a hospedar en Jeffersonville y le pedí que orara. En cuanto ella y sus hijas oraron, nos llamaron a abordar. ¡Acababan de asignarnos asientos! En ese momento, supe que se trataba de la mano de Dios que nos había ayudado; fue un momento de regocijo.
El primer día del campamento, estaba muy emocionada. Still Waters es un pedazo del Cielo y uno puede sentir la Presencia del Señor en cada lugar. Ese día por la tarde, me torcí el pie, por lo que me dolía mucho caminar. La enfermera vino, me revisó y me tuvieron que vendar. Me entristecí, pues era el primer día del campamento y, como estaba cojeando, no podría disfrutarlo completamente. Pero recordé que el Señor tiene una razón para todo.
Recuerdo que, en mi primer Tiempo a Solas allá, le pedí a Dios que me sanara ese mismo día en la fogata. El segundo día, mi pie estaba hinchado, aún me dolía y no podía caminar bien. Ese día había servicio en la noche, el cual fue el mejor servicio de toda mi vida. Esa noche, el Señor respondió mis oraciones y me dio el Bautismo del Espíritu Santo.
Cuando regresamos a la cabaña, ¡me di cuenta de que YA NO SENTÍA DOLOR EN EL PIE AL CAMINAR Y PODÍA ANDAR PERFECTAMENTE! Durante el resto de la semana pude correr, caminar y participar en las actividades sin ningún dolor. Dios ha sido tan bondadoso conmigo. Él me concedió mi sanidad y, no solo de mi pie, sino también de otras dolencias. Me dio el Bautismo del Espíritu Santo y ahora puedo afirmar que mi vida ha cambiado desde entonces.
La Hermana Raquel