Rebosábamos de emoción mientras nos preparábamos para nuestro primer viaje de distribución de tabletas Agapao en zulú. Revisamos las tabletas y la logística por última vez antes de cargar para dirigirnos a nuestra primera parada: Shakaskraal.
Cargamos la camioneta y el vehículo alquilado y partimos, sin saber qué nos esperaba, pues era una aldea remota a 60 kilómetros de la oficina de Durban.
Llegamos temprano para instalar nuestro proyector y el resto del equipo. Los creyentes empezaron a llegar lentamente y fatigados del duro día de trabajo; algunos venían de trabajar en las plantaciones de azúcar. Cuando todos los 37 se reunieron en la pequeña estructura rustica que usan como iglesia, el Hermano Lucky dirigió los cantos de adoración en zulú. Después de la adoración, yo les hablé.
Comencé nuestra presentación con las diapositivas de la Voz de Dios. Mientras las páginas pasaban, el cansancio del día de trabajo en el campo dejó sus semblantes. Dentro de poco, estaban regocijándose al ver a los creyentes de diferentes lugares del mundo recibiendo las tabletas Agapao.
Cuando terminó la presentación, les dije que era su turno de recibir sus Cartas de amor. Parecía que la pequeña estructura no podía contener el gozo y la emoción que se sentía cuando el primer creyente recibió su tableta.
Dediqué un momento para recordarles de la primera visita del Hermano Branham a Durban y que el primero en la línea de oración fue un muchacho zulú; también les recordé del amor que sentía el Hermano Branham por ellos.
Después de Shakaskraal, visitamos otros 14 grupos de creyentes; en total pasamos por 15 lugares. Cada grupo que visitamos no sabía qué esperar, pero al final de cada reunión fue exactamente igual. Cuando terminó la presentación y los creyentes vieron las diapositivas y el efecto que produce el mismo Mensaje en sus hermanos y hermanas alrededor del mundo, se llenaron de ánimo, pues no están solos.
Es conmovedor ver sus rostros cuando los llaman por su nombre para recibir las tabletas Agapao. Están felices y se regocijan cuando sus compañeros creyentes regresan con la tableta en las manos. Algunos creyentes que visitamos se encontraban reunidos en casas esperándonos. En una casa, no pudimos contar a la gente, pues la habían llenado toda hasta el patio delantero.
Otra visita sobresaliente fue a la iglesia del Hermano Elías. Solo había ocho hermanas y el edificio era de zinc con suelo de tierra; sin embargo, el grupo fue el que generó la atmósfera. Fácilmente se podía pensar que uno estaba en un palacio. Ellos aman al Señor y no se avergüenzan de demostrarlo. Cuando el Hermano Steven los llamaba, se levantaban cantando y regresaban a sus asientos cantando con la tableta en alto.
En cada lugar que pasamos, distribuimos las tabletas Agapao, y cada persona expresó su gratitud a la Voz de Dios, al Hermano Joseph y a los creyentes que hicieron sacrificios para patrocinar su tableta. Al partir de cada lugar, no quedaba ni un rostro triste.
Cada grupo, sin importar la estructura del lugar donde nos reuníamos, rebozaba de júbilo y felicidad con las tabletas en las manos.
Uno de los pastores dijo que llevaría a cabo dos servicios de cintas ese domingo y que todos debían llevar sus tabletas. El Hermano Steven solo ha recibido informes positivos con respecto a las tabletas que hemos distribuido hasta ahora.
Dios los bendiga,
VGR de Sudáfrica