Espero que este breve testimonio anime a alguien a confiar en Dios. Él conoce nuestras necesidades.
Hace unos años, tuve un problema con un árbol que creció junto a mi casa. Lo corté, pero creció de nuevo y después le dejé de prestar atención. Se volvió tan grande y alto que suponía un peligro para mis hijas y su habitación. Era tan peligroso que no quería arriesgarme a cortarlo.
Pensé: “¿Qué voy a hacer? ¿Mis hijos y mi casa pueden terminar gravemente afectados?”. En mi corazón, dije: “Señor, no sé qué hacer, así que lo dejo a tus pies”.
Al cabo de unos días, salí con mi familia durante el fin de semana y, para mi sorpresa, cuando regresamos el árbol ya no estaba.
Me dirigí hacía el patio trasero de mi casa. El árbol lo habían arrancado de raíz y se había caído en el jardín del vecino, pero no los perjudicó. Dije: “Gloria a Dios”.
Fui a donde mi vecino para averiguar qué había pasado. Él me contó: “Por alguna razón, un viento fuerte lo azotó y lo arrancó de raíz”.
Agradezco a Dios porque Él es un pronto auxilio en la tribulación.
El Hermano John