14/08/2018
La victoria es mía

La fe es la cabeza. A los que creen todo les es posible: todo. Ud. dirá: “Bueno, quizás le pido demasiado a Dios, Hermano Branham”. Ud. no puede pedirle demasiado. A Él le complace hacer eso por Ud.

Puerta al corazón (58-0302)

Recibimos la siguiente carta de parte de una hermana que ha logrado victoria tras victoria en su vida. Ahora está a la espera de la victoria más grandiosa que sin duda ocurrirá.

Los saludo en el misericordioso Nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo:

Quiero compartirles mi testimonio para la gloria de Dios. Por favor, tengan paciencia, pues en realidad les quiero contar varios testimonios.

Desde muy niña (cumpliré treinta este año, si el Señor lo permite) he sufrido de rinitis alérgica en la primavera. En donde vivo, el polen abunda tanto durante esta estación que se puede encontrar en el pavimento o en cualquier otra superficie, hasta se puede ver flotando en el aire. Todo se ve amarillo en la primavera.

Las alergias empeoraban tanto que se me inflamaban los ojos, se me irritaba la cara y la garganta y no podía dejar de estornudar. A veces contraía sinusitis. No pasaba ninguna primavera en la que no sintiera esos síntomas y el malestar, ¡hasta que el Señor me sanó!

El año pasado mi fe fue probada de muchas formas. Estaba atravesando un episodio de alergias tan terrible que me sofocaba en todas partes. Me preocupé mucho, pues nunca me había pasado. Oré para que el Señor me quitara esos síntomas, que recordaba al profeta llamar vanidades ilusorias del diablo.

Un día en el trabajo, durante el descanso del almuerzo, estaba escuchando un mensaje en el que el Hermano Branham discernía los espíritus y entonces llamó a una señora con estas palabras: “¿Quiere que yo le diga cuál es su problema? ¿Le ayudaría si le dijera su problema? Muy bien. Ud. padece de fiebre del heno”. Después terminó diciendo: “Ud. es la señorita Earl…”. ¡Me emocioné mucho! Durante toda su conversación con ella me mantuve orando y pidiéndole a Dios que me hablara y que me librara de eso. ¡Lo más sorprendente es que mi papá se llama Earl! ¡Supe que Dios estaba hablándome por medio de su profeta!

En fin, la primavera del 2018 llegó muy pronto y hasta ahora no he sentido ningún indicio o síntoma de alergias o fiebre del heno. ¡Alabado sea DIOS!

El Señor ha obrado muchos milagros y maravillas en mi vida y estoy muy agradecida y feliz, pues puedo decir que soy uno de ellos. Solo en el transcurso del último año el Señor me sanó a mí, a mi hijo (de batallas mentales y de un virus) y a la hermana de mi hijo (de alergias severas). Les colocaba a todos un paño de oración (el mismo a distintas horas) y oraba por ellos.

Amigos, Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. En otra ocasión, Dios me habló por medio del Hermano Branham en una línea de oración. Sentía una molestia en la garganta y estaba preocupada porque mi hijo tenía una mancha oscura en el cuero cabelludo y un sarpullido en la piel. El pediatra no pudo diagnosticar su enfermedad y nos sugirió visitar un dermatólogo. Aparte de eso, el diablo quería convencerme de que era una creyente manufacturada; ya que, a pesar de escuchar la Palabra y orar, estaba atravesando muchas dificultades y no tenía la fe suficiente para que mi hijo y yo sanáramos. Discúlpenme, no recuerdo el mensaje que estaba escuchando, anoté el título, pero creó que perdí la nota. De nuevo, el Hermano Branham estaba discerniendo el espíritu de una señora en la plataforma y dijo algo así: “Ud. sufre de un problema en la garganta; no se preocupe, todo saldrá bien. Y Ud. está orando por un niño, es su hijo, tiene un virus. Ud. no es una creyente manufacturada, Ud. es una creyente y no vive aquí, es del sur, de Georgia”.

Bueno, ¡gloria aleluya!, ¡lo acepté! Mi fe recibió una confirmación: soy del sur (Virginia) y mi garganta ya está bien (la sensación la causaba el reflujo). Después de escuchar este mensaje, mi hijo tenía una cita con el dermatólogo y él nos explicó que el sarpullido se conoce como pitiriasis rosada, lo cual lo causa un virus que se contagia principalmente por el contacto con otros niños enfermos (la escuela acababa de comenzar). Obviamente, ¡estamos sanos! ¡Gracias, Jesús!

Hace poco, me hicieron un examen de sangre rutinario durante un control médico anual. Los resultados mostraron que tenía bajos los niveles de vitamina D y altos los glóbulos blancos. El médico me prescribió suplementos de vitamina D y me advirtió que tardaría seis meses en mejorar (mi nivel era nueve, que es muy bajo). También me iba a remitir a un hematólogo si mi cantidad de glóbulos blancos no se normalizaba en tres meses. Oré y creí en la Palabra del Señor. A los tres meses me repitieron el examen y, mientras la enfermera extraía la sangre, sentí que la presencia del Señor me acompañaba. Me sentí muy tranquila y tenía la certeza de que todo saldría bien.

Al cabo de unos días llegaron los resultados. Mi conteo sanguíneo había vuelto a la normalidad y mi nivel de vitamina D estaba en 32, que era lo ideal (un rango entre 20 y 50 se considera saludable); en solo tres meses, no seis.

¡Alabado sea el Señor! Espero que este testimonio sobre todo lo que el Señor ha hecho por mí y mi familia los haya animado. Con este testimonio quería glorificar a Dios, pues no es nada que yo haya hecho o pueda hacer. Todo esto fue una obra concluida y divina de mi Señor. No tenemos que preocuparnos por nada, el Señor nos acompaña.

Seguiré buscando el bautismo del Espíritu Santo como lo he hecho antes y sé que lo recibiré porque Él lo prometió. Por favor, recuérdenme en oración a mí y a mi familia y yo también oraré por ustedes.

Que Dios los bendiga ricamente y los cuide,

Su hermana en Cristo, Atesha

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