27/09/2017
Desesperación

6 En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.

Salmos 18:6

¿Qué podría desesperar más a una madre que ver morir a su bebé sin poder hacer nada? En esa situación desesperada, esta hermana clamó a Dios, Aquél que no puede fallar.

Me gustaría testificar de un milagro que el pasado fin de semana Dios obró por Su gracia en favor de mi pequeña familia y especialmente mi hijo Hudson.

El viernes por la noche invitamos a cenar a mis padres y a otra pareja que son buenos amigos nuestros. Pasamos una maravillosa velada de compañerismo.

Al final de la visita, les di a los niños piruletas para darles gusto. Mientras conversábamos, escuché a mi hijo toser y mi mamá, que estaba más cerca de él, se levantó de la silla para revisarlo. Me dijo que estaba atragantándose, así que me acerqué de inmediato, lo alcé, lo incliné hacia abajo en mi brazo y comencé a darle golpes en la espalda para ayudarlo a expulsar la piruleta. No podía sacarla.

Le avisé a mi esposo que Hudson estaba asfixiándose, así que él llegó corriendo, lo cogió y de nuevo lo volteó boca abajo para aplicar los primeros auxilios apropiados.

La otra hermana visitante le pidió a su esposo que llamara al 911. La piruleta aún no salía y entramos en pánico. Nada me aterraba más que ver a mi hijo luchando por respirar y su carita mirándome como si pidiera auxilio.

Mi mamá y yo estábamos arrodilladas, observándolo para retirar la piruleta de inmediato cuando emergiera. Comenzó a desvanecerse, empalideció como un papel y le salió espuma por la nariz y la boca. Me sentí impotente. Se sintió terrible saber que mi hijo estaba asustado, confundido y en aprietos, pero no podía ayudarlo.

Llevaba poco más de cinco minutos asfixiándose, ¡los cuales parecieron una eternidad! No había nada que pudiera hacer, sino rogar al Señor que nos ayudara y salvara a nuestro hijo. Le impuse las manos y clamé a Dios para que interviniera.

Pasados treinta o sesenta segundos, el palito blanco de la piruleta apareció en su garganta y pudimos retirarla. La ambulancia llegó unos minutos después que la expulsó y los paramédicos lo llevaron a la ambulancia para reconocer sus signos vitales.

Nos informaron que el palillo le había raspado la garganta, por tanto, podría inflamarse dentro de unas horas.

Nos alivió mucho que hubiera salido la piruleta; sin embargo, por precaución lo llevamos al hospital para que lo revisaran.

El domingo escuché con mi familia el mensaje Él tiene cuidado, ¿lo tiene usted? (63-0721). Qué mensaje más oportuno para recordarnos que Él en verdad se preocupa y siempre está atento de nosotros.

Y noten: Él se preocupó tanto que, sabiendo que tenía que irse para traernos esto grandioso, dijo: “No os dejaré huérfanos, sino que enviaré al Espíritu Santo y Él proseguirá Mi atención por ustedes”, hasta que Él regrese. Nadie se preocupa tanto como Jesús.

Él tiene cuidado, ¿lo tiene usted? (63-0721).

Agradecemos tanto el pequeño milagro que Él obró por mi pequeño Hudson ese día. Como nos dice el Hermano Branham, Él SIEMPRE llega a tiempo. ¡Gloria al Señor de nuevo!

La Hermana Ashley

Canadá

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