05/09/2017
Lo sé

Todas eran malas noticias para esta familia con respecto a tener hijos. No podían concebir, pero su fe permaneció firme. Luego, cuando esperaban un hijo, se presentaron problemas en el embarazo; pero eso no les importó y no tenía por qué. La fe se consolidó y llamo las cosas que no eran como si fuesen. Su prueba se trasformó en una victoria y un testimonio que sin duda aumentará su fe.

Vivía muy lejos de mi iglesia. Cierto domingo por la mañana mi esposa me comentó que dudaba que pudiera quedar embarazada. Ese día asistí a la iglesia solo y mi estimado pastor leyó en la Escritura sobre el nacimiento de Juan. Dios me habló al corazón y me dijo: “No dudes; será un niño y lo llamarás Juan”. Esa misma noche mi esposa me manifestó que estaba encinta, mientras le relataba mi experiencia con Dios. Le conté: “Dios me dijo que se llamará Juan”. Comenzamos a compartir este testimonio con todos: que sería un niño y se llamaría Juan.

En India, no se puede efectuar el examen para determinar si es niño o niña antes del nacimiento. La fecha prevista del parto era entre el 8 y el 5 de enero del 2014.

El mes anterior al nacimiento, mi esposa comenzó a quejarse de dolores de parto. La doctora señaló: “No, no hay posibilidad de dar a luz al bebé ahora”.

De alguna manera logré que la admitieran en el hospital el 9 de diciembre, pues el dolor era muy grave e insoportable. Me dirigí a la doctora y le pregunté si de algún modo (cirugía) se podía efectuar el parto, pues mi esposa ya no aguantaba el dolor. Llamé a la doctora, quien la examinó y concluyó que era imposible que el bebé naciera en ese momento. Por lo menos, se tardaría otros diez días.

Por ese tiempo en el hospital, mi esposa me suplicó que orara a Dios de rodillas con todo mi ser. Estaba orando, pero no de todo corazón. De repente, de rodillas y con lágrimas clamé: “Mi Señor, si alguna vez te he necesitado, es ahora. Señor, creo que Tú existes y escuchas mis oraciones; por favor, Señor, sé misericordioso y responde”.

Les aseguro que cuando pronuncié “amén”, mi Juan nació por parto normal. Quedé atónito y aun la enfermera presente no lo podía explicar. La doctora no creía que fuera posible.

Seguía clamando y alabando a Dios de rodillas en el mismo lugar. Mientras tanto, llevaron a mi esposa a la unidad de cuidados intensivos y le preguntaron: “¿No quiere saber si es niño o niña?”. Contestó: “Ya sé que es Juan”.

Al cabo de una hora, un pediatra regresó al cuarto y nos informó que, como era prematuro, los órganos masculinos o femeninos aún no se habían desarrollado. Teníamos que esperar que hicieran un examen de orina la mañana siguiente y habría que practicar una cirugía en la uretra del bebé. Pero mi fe era distinta, pues ya era testigo de la gran obra de Dios. Le dije a mi esposa: “Dios nos dio a Juan; nuestro Dios no es el que deja un cuerpo con imperfecciones. Nuestro Dios es perfecto”.

Al día siguiente, como a las 10:30 a. m., el médico me despertó y dijo que habían venido a examinarlo.

Cuando abrió el pañal del bebé, se asombró al ver que todos los órganos estaban en perfectas condiciones. Dijo: “Ya me había preparado para la cirugía, pero ya no es necesaria. Pueden llevar a su hijo a casa”.

Ya lo dedicamos a Dios y se encuentra excelente.

El propósito de este testimonio es saber esto por mi profeta: “Solo creed; todo es posible”.

No es solo un canto, sino una manifestación.

Dios los bendiga,

Rajiv Singh

India