14/12/2020
El Proveedor

El Señor no solamente es nuestro Sanador y nuestro Salvador, sino que también es nuestro Proveedor. El testimonio de esta hermana muestra que recibió bendición tras bendición, a medida que atravesaba una situación económica complicada.

Quiero dar gracias al Señor por siempre suplir mis necesidades. Debido al Coronavirus, me despidieron temporalmente de mi empleo principal. Mi jefe me pidió que aún no buscara un nuevo trabajo, pero que entendería si tenía que hacerlo. Decidí esperar todo lo que pudiera.

Mi dinero estaba acabándose y la factura del seguro de mi automóvil estaba a punto de llegar. Llamé y cancelé temporalmente coberturas de mi póliza, para reducir el costo. Desafortunadamente, cancelé el servicio de grúa, pues casi no conducía y pensé que no lo necesitaba en ese momento.

Mi auto se averió mientras entraba a un sendero. Tuve que llamar una grúa, puesto que el auto no arrancaba y el indicador de la presión del aceite se activó. El nivel del aceite se encontraba bien, por lo que el conductor de la grúa sospechó de la bomba de gasolina. Terminé gastando el dinero del seguro para pagarle al conductor de la grúa, así que me dirigí a sacar dinero del banco para el seguro. Mi banco está ubicado en una tienda. Al salir, le sonreí a una mujer que venia conduciendo. Caminé hacía el automóvil y encendimos el auto. Le comenté a mi hermana que uno de los niños no tenía puesto el cinturón de seguridad, así que nos detuvimos en el otro extremo del estacionamiento para colocárselo. Mientras tanto, la mujer a la que había sonreído se detuvo y dijo que esperaba que no nos ofendiéramos, pero que sintió en su corazón que debía darnos dinero. Preguntó si teníamos una necesidad financiera. Dudamos; me sentía mal de recibirlo, porque ya tenía suficiente. Sin embargo, ella insistió y dijo que, cuando me vio salir, le llamamos la atención y se sintió dirigida a darme el dinero. Me acerqué y lo recibí. 

Le regalamos una tarjeta con la dirección de la página web themessage.com. Se alegró mucho. Cuando conté el dinero, ¡era casi exactamente lo que debía del seguro del automóvil! Esa semana había orado por mi situación financiera y si debía buscar otro trabajo; me pareció especial que al Señor le importara y ¡supliera mis necesidades! El día anterior, habíamos hecho con los niños la actividad de "Ser guiados por el Espíritu" en el salón de estudio. El Señor la dirigió de una forma especial.

Nos encontramos con una hermana, y ¡nos dimos cuenta de que en ese momento estaba sonando Ser guiados por el Espíritu en la Radio de la Voz! No recuerdo si esa noche o el fin de semana, mi jefe dijo que me iba a pagar, a pesar de que no pudiera ir a trabajar. Estaba gozosa; sabía que el Señor estaba cuidándome. Cuando mi cheque llegó por correo, decidí remolcar mi automóvil a un taller para repararlo. Llamé a mi hermana para preguntarle el número del taller de autos al que ella había ido. Mi cuñado estaba en casa y dijo que esperara; que por la noche él venía a revisarlo.

Cuando vino, notó que un cable del distribuidor estaba completamente desconectado, lo cual producía chispas. Lo volvió a conectar, con la esperanza de que fuera suficiente. Pude conducir un poco, pero cuando volví a intentarlo más tarde, se apagó otra vez y la luz volvió a encenderse. Él no pudo volver a revisarlo hasta el domingo por la noche.

Había escuchado que mi trabajo se reanudaría la semana siguiente, así que al parecer me encontraba en aprietos. Le comenté que en el taller dijeron que debía reemplazar pronto el distribuidor, entonces empezó a revisarlo. Los contactos estaban corroídos, así que limpió toda la corrosión que pudo y funcionó lo suficientemente bien como para llevarlo al taller de un hermano en la ciudad, donde mi cuñado consideró que debía llevarlo.

Cuando llegamos, el hermano y su esposa estaban allí. Habían llegado 10 minutos antes, sin saber que íbamos a venir. Allí se volvió a sentir la mano del Señor. Se dio cuenta de que tocaba reemplazar el distribuidor. Lo arregló a la mañana siguiente y lo recogí en la tarde. Esa noche, uno de mis cuñados me dio un libro de la Palabra Hablada. Mencionó que alguien tenía una carga en el corazón por mí y que estaba orando por mí, y se lo dio para que lo entregara de manera anónima.

Cuando lo abrí, había dinero, la cantidad exacta que había pagado por la reparación del automóvil. Hasta donde mi cuñado sabía, ellos no estaban enterados de la reparación del automóvil. También fue una bendición leer el libro El patriarca Abraham. Agradezco al Señor por Su cuidado y por aquellos que Él usó para ayudarme.

Una hermana en Cristo

Estados Unidos.