Cuando mi esposo regresó del trabajo, tenía una mancha en su brazo izquierdo. Estaba muy roja y dijo que sentía mucho dolor; además, comenzó a extenderse por su brazo y, al día siguiente, se había extendido hasta el hombro. El primer día, le dolía mover el brazo; pero, al siguiente, apenas podía moverlo. Tenía que dormir manteniendo el brazo sobre la cabeza, pues el dolor era tan intenso que no lograba dormir en otra posición. En mi corazón sabía que se trataba de estafilococo. Si conocen esta enfermedad, deben saber que es muy peligrosa y se propaga rápidamente.
Fuimos a urgencias y después de realizarle un examen de cultivo de piel, el medico confirmó que efectivamente se trataba de estafilococo. Así que envié un mensaje en el que pedí, específicamente, que oraran para que el primer antibiótico que el médico prescribiera fuera el indicado de manera que no necesitaran hospitalizar a mi esposo. Pero, ¡Dios tenía otros planes!
Le aplicaron una inyección, le dieron unos antibióticos y nos despidieron. Nos informaron que dentro de 2 o 3 días saldrían los resultados del examen para concluir si el antibiótico surtiría efecto. Llamé varias veces para averiguar si ya tenían los resultados, pero siempre respondían: “Aún no”. Mantuvimos su brazo cubierto con una venda debido a la secreción y para evitar que los demás se contagiaran.
Comenzó a tomar los antibióticos y cuando regresó a trabajar, ¡ya casi había desaparecido! GLORIA a Dios, ¡¿verdad?! La historia se torna más interesante. ¿Recuerdan que mencioné que Dios tenía otros planes? Bueno, hoy, 10 días después, llamaron del hospital para avisarnos que tenían que recetarle otra medicina, pues el estafilococo es resistente a la medicina que le suministraron; así es, ¡RESISTENTE! Es IMPOSIBLE que ese antibiótico lo haya ayudado; pues ¡el estafilococo es resistente a esa medicina!
Llamé a mi esposo a preguntarle cómo iba la mancha del brazo y él contestó que ya se había sanado; solo parecía una cicatriz. Dios intervino desde el principio y, aparte de eso, quería demostrar que únicamente Él podía sanar a mi esposo.
¡Gloria a Dios!
La Hermana Kristi