24/09/2015
Constantino

Hoy, por primera vez en la historia, el papa pronunciará un discurso ante una sesión conjunta del Congreso de los Estados Unidos. El tema general de su discurso se centrará en la unidad mundial y la coordinación de esfuerzos en favor del bien común de la humanidad. Aunque parezca admirable, esta ha sido una de las mentiras del diablo desde el principio.

Hace 1.700 años, otro ilustre político convocó a los líderes del mundo para hablar sobre la unidad y la forma de unificar una secta de gente perseguida. Estas personas, a quienes llamaban Cristianos, tenían fuertes discrepancias respecto de unos principios muy importantes.

A comienzos del siglo IV se desató una de las persecuciones a los Cristianos más crueles de la historia. En el año 303 d. C., el emperador Diocleciano puso en marcha su último intento de exterminar el Cristianismo de la faz de la tierra. En esa época, el Cristianismo estaba esparciéndose por todo el Imperio romano a un ritmo exponencial. A pesar de que los Cristianos eran ciudadanos ejemplares, los consideraban una amenaza para el Imperio por UNA sola razón: se negaban a reconocer la divinidad de los emperadores y llamar a Cesar su “señor”.

La vida de los Cristianos de esa época se resumía así: persecución por encima del suelo y oración y adoración por debajo del suelo. En los 10 años que siguieron sometieron a cualquier Cristiano que rehusara negar a Cristo y reconocer a Cesar como “señor” a los castigos más brutales que puedan imaginarse.

Fue un emperador romano llamado Constantino el Grande quien ascendió al poder y dio fin a la sangrienta persecución a los Cristianos.

La mayoría de los creyentes saben que Constantino fue quien le otorgó poder a la Iglesia católica; pero generalmente los historiadores muestran a Constantino desde otra perspectiva. Recibió el título de emperador de Roma tras derrotar a dos de sus rivales durante la guerra civil. Justo antes de entablar una de las batallas decisivas de la guerra civil, soñó que una cruz blanca aparecía ante él. Él lo tomó como un presagio de que ganaría la batalla si los Cristianos oraban por él. Pintó una cruz en los escudos, y así venció adversidades insuperables para ganar el poder del Imperio romano. Al convertirse en el nuevo emperador detuvo rápidamente las masivas masacres y torturas a los Cristianos y les concedió libertad de adoración.

Constantino se conoce como el primer emperador romano “Cristiano”; sin embargo, él solo profesaba el Cristianismo por razones políticas. Su aptitud principal era su inigualable talento político. Él se dio cuenta de que su reino estaba dividido entre diferentes sectas del Cristianismo, como también entre las paganas. En una movida para fortalecer su reino, citó a los líderes religiosos (el concilio ecuménico) para solucionar las diferencias religiosas. Algunos temas que trataron fueron la divinidad de Cristo, la Deidad, la condición eterna del Hijo, las fechas de celebración de la Pascua y de otros días festivos, y demás. Fue la primera vez que emplearon el poder del estado (Roma) para convocar a numerosos líderes religiosos (obispos) con el fin de llegar a un acuerdo sobre asuntos doctrinales (ecumenismo). El concilio unió el poder del Estado (Roma) con la Iglesia para concederle la autoridad de imponer la doctrina católica entre el pueblo común. Con esto, vemos que al jinete se le entregó una espada para matar.

A continuación una cita que escribió el Hermano Branham sobre Constantino en Una exposición de las siete edades de la Iglesia:

Pero esta libertad de persecución y muerte no fue tan magnánima como primeramente apareció. Constantino ahora era el patrón. Como un patrón, su interés era algo más que la de un observador, porque él decidió que la iglesia necesitaba su ayuda en sus asuntos. Él los había visto en desacuerdo entre sí mismos en relación a ciertas cosas, entre las cuales una tenía que ver con Arrio, Obispo de Alejandría, quien enseñó a sus seguidores que Jesús no era verdaderamente Dios, sino que era un ser de menor importancia, siendo que fue creado por Dios. La Iglesia Occidental sostenía una posición opuesta, creyendo que Jesús era la primera esencia de Dios y como decían ellos, ‘co-igual con el Padre’. Con tales asuntos, juntamente con la intromisión de ceremonias paganas en la adoración, el emperador convocó el Concilio de Nicea el año 325 d.C., con el pensamiento de reunir a todos los diferentes grupos bajo un solo techo, donde pudieran resolver sus diferencias y llegar a un entendimiento común y ser todos uno. ¿No es extraño que aunque esto empezó allá con Constantino, no murió sino que está realmente vivo hoy en la forma de “El Concilio Mundial de Iglesias”? Y lo que él no logró obtener, será en verdad logrado en este día por medio del movimiento ecuménico.

“La edad de Pérgamo”, capítulo 5

El primer Concilio de Nicea, 325 d. C.

El emperador Diocleciano y sus atrocidades no se comparan lo más mínimo con lo que Constantino desencadenó, todo en nombre de la unidad. Aun hoy, vemos que el poderío del papa continúa extendiéndose al valerse del mismo espíritu del concilio ecuménico de Constantino.

Hoy, el papa se dirigirá a una sesión conjunta del Congreso de los Estados Unidos. Dista mucho de los principios sólidos en que se fundó Estados Unidos. Hasta 1959, ningún presidente había concertado una cita con el papa, excepto Woodrow Wilson, quien se encontró con él durante una parada en Roma, en 1919. La reunión de Eisenhower con el papa, del 6 de diciembre de 1959, provocó un cambio de política en los Estados Unidos, con el cual abrió paso a todas las reuniones de esta clase que se acordaron posteriormente. A partir de entonces, los papas han contribuido decisivamente a la mayoría de los asuntos internacionales importantes, incluida la crisis de los misiles en Cuba, en 1962, la crisis de los rehenes en Irán, en 1979, la Guerra Fría y la caída de la Unión Soviética y, recientemente, relaciones diplomáticas y comercio con el país comunista de Cuba.

Hace casi 50 años exactamente, el papa Pablo VI vino a Nueva York, donde habló ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. A continuación se muestra un extracto de su discurso, del 4 de octubre de 1965, en el que habló del objetivo de unir naciones, que se propuso la ONU, y lo comparó con el objetivo de unir religiones, que se propuso la Iglesia católica.

Adoptemos la fórmula: unir los unos con los otros. Ustedes son una asociación, un puente entre los pueblos; son una red de relaciones entre los Estados. Estamos muy tentados a decir que esta característica de Uds. refleja de algún modo en el orden secular lo que nuestra Iglesia católica procura ser en el orden espiritual: única y universal.

El papa ahora se está dando entrada a algo que capta el interés de todo el mundo: alimentar a los pobres, erradicar la pobreza y combatir el calentamiento global. No solo se dirigirá al Gobierno más poderoso del mundo en una sesión conjunta del Congreso, sino que abordará estos asuntos ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Está procurando llevarse el protagonismo en la escena política mundial.

Luego, el sábado, procederá a hablar sobre “valores familiares” en el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, donde se espera la mayor multitud jamás vista en terreno estadunidense. Nos gustaría compartirles esta breve noticia alentadora: unos creyentes reservaron con anticipación una valla ubicada en el recorrido de la procesión del papa. Decenas de miles verán la imagen discreta de las manos de una mujer sosteniendo un rosario, junto con esta pregunta: “En el Nombre… ¿Cuál es el Nombre?”, y esta dirección: “www.themessage.com”. Este tratado se diseñó específicamente para los católicos, muchos de los cuales no aceptan otra literatura religiosa sino la de su iglesia madre. Quizás exista la remota posibilidad de que haya uno entre los millones presentes.

El papa tiene programado partir el domingo a las 8:00 p. m., y cruzará sobre las nubes el océano Atlántico. El eclipse lunar comenzará a las 8:11 p. m. Sin duda, mirará por la ventana y verá la luna teñida en sangre. Probablemente por su mente pasará la pequeña iglesia fiel que ha sido torturada y masacrada durante siglos a manos del malvado régimen romano, o quizás pensará en la valla que vio en Filadelfia.

Mañana, publicaremos un artículo sobre la luna sangrienta del domingo.