Recibí una grata sorpresa cuando encontré a Imraan parado junto a la recepción de la oficina. Se veía bien y feliz. Regresó luego de pasar tres años y medio en la Provincia del Estado Libre. Dijo que leyó el libro de las Edades de la Iglesia una y otra vez. Citaba la Biblia y me pude dar cuenta que está leyéndola, pues mencionaba las escrituras a medida que hablaba.
Regresó el viernes (a Ciudad del Cabo) y fue a la casa de su padre a saludarlo. Llamó a la puerta y su padre abrió. Cuando vio a Imraan, cerró la puerta y se rehusó a verlo, pues sabía que Imraan había abandonado la religión musulmana y aceptado a Jesucristo. Entonces Imraan se dirigió a la casa de su tío en busca de un lugar para dormir; pero tampoco lo recibieron allá. Por lo que pasó las noches en un campo. Dijo que solo ora y tiene fe por ellos.
Mientras Imraan estuvo ausente estos años, visitó prisiones y residencias para ancianos, donde testificó de cómo el Señor Jesús salvó su alma. En una ocasión, que fue a la prisión con su Biblia, lo abordó un prisionero cuyo rostro estaba lleno de tatuajes. El prisionero le pidió papel para hacer un cigarrillo. Imraan contestó que no fumaba. Entonces el prisionero lo retó a darle unas páginas de la Biblia para que pudiera armar cigarrillos y fumar. Imraan aceptó el reto y le dijo al prisionero que le daría la Biblia solo si leía la página por ambos lados antes de usarla. El prisionero aceptó.
Unas tres semanas después, Imraan regresó a la prisión, donde estaban jugando un partido de fútbol. Allí el prisionero tatuado lo vio, pero él intentó evitarlo. Cuando el prisionero se le acercó, le comentó que había cumplido su promesa. Se fumó las páginas de Mateo, Marcos y Lucas; pero, cuando llegó a Juan, la Palabra lo consumió y le rindió su corazón al Señor. Ahora se encuentra en la misma página de Imraan.
También, cuando fue a la residencia de ancianos, le leyó las Escrituras a un anciano de ciento uno años. Visitó varias iglesias para compartir el testimonio de cómo el Señor salvó su alma. Imraan dijo que tenía que regresar y contarme, al igual que el único leproso que regresó a agradecer.
El Hermano Keith