07/09/2015
Desenvainen la Espada

“Señor, no le voy a prestar atención a cómo me siento, ni a lo que cualquiera, ni yo mismo diga. Me estoy tapando, voy a destapar cada una de mis avenidas, todas las confusiones y dudas, y las incredulidades que haya tenido. Todo sentimiento que haya tenido, toda enfermedad que he tenido y todo lo demás que he tenido, lo soplo todo ahora hacia afuera. Estoy sobrepasando todo eso. Vengo directamente a mi espíritu. ¡Oh, Señor, baja! Dijiste que me hiciste con libre albedrío”.

“Así es, hijo Mío”.

“Muy bien, yo abro mi corazón y mi mente. Entra, Señor Jesús”.

Y empuñe la Fe, esa Espada del Espíritu, el ASÍ DICE EL SEÑOR. Grite: “¡Aleluya”! Amén. Después derribe a todo enemigo que se le atraviese. Amén. Eso es. Corte a todo enemigo. Si un—un espíritu atemorizador está haciéndolo sentir todo... Corte esa cosa, con la Palabra del Señor.

Pero nuestra fortaleza es: “El gozo del Señor es mi fortaleza”.

“Apártate de mí”. ¡Déle un buen golpe! Córtelo con la Palabra. Ya sea un demonio, sea un enemigo, ya sea enfermedad, ya sea aflicción, lo que sea, tome esa Palabra y úsela como la Espada. Y si Ud. le da un golpe la primera vez y parece no moverse, déle otro golpe, y otro golpe, y otro golpe. Y golpee hasta que Ud. le abra un hueco, como un polluelo saliendo a picotazos; o un águila, lo que Ud. es. Siga picoteando hasta que pueda asomarse por esa cáscara de enfermedad. Ábrase camino y diga: “¡Aleluya! ¿Dónde está el que sigue?”. Amén. Ésa es la batalla. Ése es un soldado. Ése es el soldado de la Cruz. Sí, señor. Derroten todo enemigo.

La más grande batalla jamás peleada, 62-0311

El profeta de Dios dijo que no estamos en un día de campo, sino en una batalla. Él no nos escogió para luchar en el ejército del Señor por casualidad. Ajústense mejor la armadura, afilen un poco más la espada, aprieten más fuerte las correas de su armadura y ¡presionemos en la batalla!

El siguiente es un testimonio alentador de un hermano con algo que probablemente para el mundo sería insignificante, pero para él fue un mensaje poderoso para que siguiera luchando.

Me gustaría compartirles un testimonio simple. Hace unos días, estaba decidiendo cuál Mensaje iba a leer o escuchar. Entonces, sentí algo en mi interior que decía: “La más grande batalla jamás peleada”. Así que me dirigí a la estantería y eché mano del primer mensaje que vi. ¡No se imaginarán cuál saqué: La más grande batalla jamás peleada!

Entonces hoy, teniendo tantas luchas en mi mente, me traje el folleto a la oficina donde trabajo y lo coloqué sobre el escritorio. Luego de regresar a la oficina, abrí el folleto y leí esta cita: “A mí no me interesa el tamaño que tengan, es el tamaño de la pelea en el perro, eso es lo que cuenta; es la fe que haya en el individuo. Si Ud. es un cobarde, regrese a la comodidad de su madriguera. Pero hermano, si Ud. es un soldado, párese bien; hay una batalla que ruge. El bien y el mal combaten; peleemos”. Yo no creo que fue una coincidencia que Algo o Alguien me dijera que leyera ese mensaje. En ocasiones recibimos heridas de batalla; algunas veces parece que la única opción es darnos por vencidos. Pero debemos recordar que cuando Dios nos trajo este Mensaje, fue porque quería probarle a Satanás que Él tendrá una Novia que vencerá por la Sangre del Cordero y su testimonio.

El Hermano Solomon