08/10/2018
La simplicidad

Eso es lo que pienso hoy, amigos. Nosotros somos demasiado—nos dejamos llevar demasiado fácil por el ruido, tan… A América le encanta el ruido. Fíjense en lo que hacen hoy. Ponen a sonar esos radios tan duro como pueden con rock-and-roll y boogly-woogly, y todo ese tipo de cosas. Tienen que ponerlo a sonar tan fuerte, eso casi le estalla los tímpanos a uno. Todo ese ruido, a toda hora del día.

¿Qué haces aquí? (59-0301E)

No solo apreciamos las grandes bendiciones que el Señor nos concede en nuestra vida, sino también las bendiciones menores. La oracion de este hermano no pasó desarpercibida.

¡Los saludo en el precioso Nombre de nuestro Señor Jesucristo!

Quiero compartirles un testimonio especial de algo que me sucedió hace poco. Me dirigí a la peluquería para cortarme el cabello. Cuando entré, dos peluqueros estaban disponibles (por lo general el lugar permanece lleno). Me acomodé para que me hicieran el corte de pelo, pero me empecé a agobiar por la música tan mundana. Sin darme cuenta, empecé a mover una pierna al ritmo de la música. Entonces caí en cuenta: “¡No, espera! ¡Esto no es correcto! ¡Esa música es perversa!”.

Así que oré silenciosamente para que el Señor interviniera. ¡La música empeoró tanto que no podía aguantarla! En ese momento el Señor me recordó la dramatización que el Hermano Joseph había hecho el día anterior —en el campamento de Still Waters de los menores— sobre invocar al Señor y ¡reprender al diablo!

¡Me puse muy serio! Oré en voz baja: “Señor Jesús, ayúdame, por favor; ¡esta música es horrible! ¡Líbrame!”.

Al cabo de unos segundos, ¡la música paró por completo! Ya no se escuchaba ruido. ¡Aleluya! Empecé a agradecer y a alabar a Dios por su misericordia.

La peluquera comentó: “¡Vaya, que silencioso está aquí!” El diablo dijo: “Probablemente sonará de nuevo en un minuto”. Esperé y nada sucedió.

Ella comentó de nuevo: “Qué extraño, el radio normalmente se vuelve a encender después de unos minutos”.

Por el resto del tiempo que estuve sentado, agradecí y alabé al Señor por la tranquilidad y el silencio, y por ¡la Gracia que me acababa de mostrar! La peluquera volvió a hacer énfasis en el silencio. Cuando terminó, me dirigí a pagar.

Mientras firmaba la propina en el recibo, la música volvió, por lo que me apresuré en agradecerle a la señora y salir del lugar.

¡Alabado sea el Señor! Verdaderamente Él es muy misericordioso con NOSOTROS, ¡SU NOVIA!

Oro para que este testimonio anime a la novia a seguir luchando, ¡ya casi llegamos!

¡Dios los bendiga!

Anónimo

USA