15/10/2018
El Absoluto

Ud. (amigo mío), no ha pecado tanto así contra Dios que no pudiera ser restaurado. Si Ud. hubiera pecado tanto que no pudiera ser restaurado, Ud. nunca hubiera deseado ser restaurado. ¿Ve? ¿Ve? Pero mientras haya Algo lidiando con su corazón, Ud. todavía está en la línea de restauración.

Preguntas y respuestas (62-0527)

Esta hermana no se cruzó con otra creyente por casualidad, sino por una conexión que Dios quería establecer entre ellas. Ellas se alejaron y una se descarrió, pero, como todos los buenos amigos, la Sangre de Jesucristo se aplicó continuamente en oración.

Mientras leen este testimonio, piensen en ese hijo o hija rebelde o esa madre o padre por los que oran vez tras vez y parece que no recibieran respuesta. No importa cuánto tiempo ha pasado, hay un “Absoluto” que está pendiente de ellos.

Durante los años 90, estaba trabajando en una tienda de segunda mano y me crucé con una cliente cuyo niño estaba sentado en un carrito de mercado pretendiendo que leía un libro del Mensaje (lo tenía al revés).

Me emocioné tanto que le quité el libro de las manos al niño y le comenté a la madre: “¿Crees esto?”. Ella me respondió con una pregunta: “¿Lo crees todo?, ¿todo lo que él dice en el Mensaje?”.

Sin duda creía todo; sin embargo, no entendí exactamente a que se refería. Cuando mencionó al Hermano Joseph, apenas podía contenerme. Como estaba de turno, le dije enfáticamente que debíamos reunirnos.

Durante años, nos mantuvimos en contacto. Ella tenía seis hijos, no estaba casada y no tenía carro, así que solíamos recogerlos para traerlos a nuestra casa.

Con el tiempo, ella empezó a perder interés, no volvió a hablarme y además no tenía forma de contactarla. La última vez que nos vimos fue en el Recorrido de Capta la Visión del 2005 en Saskatoon.

Durante todos esos años, ellos estuvieron respaldados por la oración. Una madrugada de la semana pasada me llegó un mensaje al celular de su hija mayor. Estaba llorando mientras me decía que necesitaba hablar conmigo urgentemente.

En la tarde la recogí y me compartió su testimonio. Estaba ayudándole a su hijo a guardar los juguetes en una caja, en la casa donde se están hospedando, cuando se encontró inesperadamente un libro del Mensaje. Lo recogió y leyó el título: La Señal.

En medio de lágrimas y arrepentimiento, se mantuvo leyendo un largo rato. Rindió su corazón al Señor y sintió una paz que ha cambiado su vida. Era alcohólica, pero el Señor le quitó todo el deseo de beber.

Le pregunté por su mamá y me dijo que orara por ella, pues bebe y se ha descarriado. Ayer, en las primeras horas de la mañana, su mamá me escribió para contarme que le ha rendido su corazón al Señor. ¡Dios es el Absoluto!

Los amamos demasiado a todos y les agradecemos por todo lo que hacen por nosotros.

¡Dios los bendiga ricamente!

La Hermana Ruth