13/09/2019
La simplicidad

Esa es la promesa. Él lo prometió, por lo que no puede retractarse. Es un lugar de refugio para nuestra enfermedad, para nuestras preocupaciones. “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. Es un refugio. Confíen en Su Palabra, en Sus promesas. Cada promesa que Él hizo les pertenece si están en Su Reino. Siempre y cuando acudan a Él por refugio, tendrán derecho a cada promesa que Él dio. Todos los Cristianos presentes o en cualquier otro lugar tienen derecho a todo por lo cual Jesús murió. Y cuando uno está en Cristo, posee absolutamente todo. Todo les pertenece. Eso es completamente cierto.

Dejando escapar la presión (62-0518)

Sí, al Señor le interesan los asuntos simples de nuestra vida tanto como los importantes. En cualquier apuro que nos encontremos, ya sea de día o de noche, Él siempre está dispuesto a ser nuestro refugio. Este es otro de los testimonios que nunca deberían pasar desapercibidos.

Me encanta oír los testimonios sobre cómo el Señor Jesús ayuda en lo pequeño y lo grande.

Esta historia me recuerda una situación similar que atravesé hace unos años. Vivo solo, por lo que he aprendido a hacer mantenimiento en varias partes de la casa.

Mi calefactor estaba produciendo un ruido extraño y se apagó. No sabía nada sobre calefactores, entonces llamé a un técnico al día siguiente. Me mostró una pieza pequeña que reemplazó y me entregó la factura. Debió haber sido de oro, pues me costó casi 200 dólares.

Ese era el dinero para mi alimento del resto del mes. En fin, el invierno siguiente fue muy frio. Donde vivo, al norte de Canadá, cuando la calefacción se apaga, la temperatura alcanza la de afuera al cabo de una hora.

Me acababa de acostar y escuché ese ruido nuevamente, y el calefactor no encendía. El ventilador siguió dando vueltas hasta que se detuvo, el calefactor dejó de funcionar otra vez. Me levanté y le oré al señor pidiéndole ayuda, y regresé a la cama.

Le dije al Señor: “Tú sabes que no cuento con dinero extra para reparar esto por segunda vez; ayúdame, por favor”. Después de casi 20 minutos, oí que el calefactor arrancó con su sonido habitual.

Ya han pasado más o menos tres años y el calefactor sigue funcionando. Soy tan afortunado de tener al Señor Jesús en mi vida.

Canadá