16/09/2019
El Hermano Ben

Ahora, desde luego, todos Uds. ya se acostumbraron a ver al Hermano Ben. Él es… ya saben, el que se escucha más fuerte que todos cuando dice “amén”. Les contaré un poco. Me disgusta mencionar esto sobre él; su esposa está sentada allí. Todos queremos a Ben. Y sucedió antes que se casara. Yo había partido hacia la Costa Oeste. Y ese joven es del sur de Indiana.

Yo estaba de viaje en la Costa Oeste, predicando allá esa noche, en el Valle—Valle de San Fernando, con los bautistas, en una carpa llena de gente. Ahora, son gente un poco refinada, Uds. saben. Y yo seguía predicando. Poco después escuché un grito; una cabellera negra, meneándose, parecía— parecía— parecía — parecía un mexicano; sus pies grandes resaltando en el aire; con sus manos así. Me detuve. Dije: “Ben, ¿cómo terminaste ahí?”. Allí estaba.

Dios te bendiga, Ben. Sólo ponte de pie, ponte de pie, tú y tu esposa. Quisiéramos que la gente… el Hermano Ben, él es quien ha dicho todos los “amén” en esta esquina. Dios te bendiga. [El Hermano Ben Bryant dice: “Anhelo todas sus oraciones. Confiamos regresar al campo misionero pronto, a las montañas, Hermano Branham.”—Ed.] Amén. Dios te bendiga.

Convencido, después preocupado (62-0610e)

Esta mañana estábamos escuchando una cinta y oí al Hermano Ben Bryant gritando y alabando al Señor, lo que me recordó una experiencia que tuve con él hace varios años, en 1963.

Mi papá era ministro del Mensaje y amigo del Hermano Ben Bryant. Él vino con su esposa a visitar a mis papas. Yo tenía como dieciséis años en ese tiempo y no servía al Señor.

En esa época los teléfonos se suspendían en la pared, y teníamos uno en la sala y otro en la habitación. Estaba hablando por el teléfono de la habitación y el Hermano Ben usó el de la sala para hacer una llamada.

Dije: “Estoy hablando por el teléfono”. Él respondió: “¿Con quién hablo?”. Repetí más fuerte: “Estoy hablando por el teléfono”. Él volvió a decir: “¿Con quién hablo?”. Entonces grité: “¡Cuelga el teléfono!”.

Asombrosamente mi papá no se enfureció conmigo. Entonces el Hermano Ben le preguntó a mi papá: “¿Qué le pasa a ese muchacho?”. Mi papá le contestó: “Necesita al Señor desesperadamente”.

Unas semanas después, mi papá recibió una carta del Hermano Ben: “Cuando salí de tu casa, no podía dejar de pensar en tu muchacho. He estado en las montañas ayunando y orando por él, y Hermano Harrell, tengo la victoria”.

Bueno, cuando oigan al Hermano Ben gritando y alabando al Señor en la cinta, tengan por seguro que además de ser alguien ruidoso, fue valeroso y bondadoso. Ahora hay un anciano en Georgia sirviendo al Señor y creyendo en el Mensaje, por la Gracia de Dios y el amor y las oraciones del Hermano Ben. Además, sus oraciones no solo me trajeron a mí, sino también a mi novia.

No dudo que sigue gritando y clamando. Gracias a Dios por el Hermano Ben.

El Hermano Jimmy Harrell

Georgia