14/03/2016
Nuestro Dios no está muerto

Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.

Hebreos 13:8

¿Están preparados? La Biblia nos advierte: “A la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá”. Debemos estar preparados y no solo para la Venida de nuestro Señor Jesús, sino también para las oportunidades que el Señor pueda poner en nuestro camino para que llevemos a cabo Su Obra. Esta hermana de Polonia recordó un artículo que publicamos hace unos meses concerniente a un milagro registrado que ocurrió en el Tabernáculo Branham. Ella sabía que estos dones no solo son para los de Jeffersonville, ¡sino para TODOS LOS QUE CREEN! Este es otro testimonio más, mostrando que nuestro Dios no está muerto, ¡Él está vivo!

De todo corazón queremos alabar al Señor por el suceso que ocurrió en la tarde del sábado, 17 de febrero del 2016. Ese día, fui con mi mamá a Sanok, Polonia, para visitar a nuestros familiares. El sábado por la mañana me fui de compras con mi mamá, mi hermana mayor y su hijo. Todo marchaba bien y nadie se habría imaginado lo que ocurriría más tarde ese día.

Cuando regresamos a casa de hacer compras, mi mamá se ocupó en la cocina. Fue entonces que nos comentó que se acostaría un rato porque no se sentía bien. En ese momento me di cuenta de que algo marchaba mal. Con frecuencia, mamá sufría de problemas del corazón. El médico le diagnosticó fibrilación auricular; sin embargo, ella no lo aceptó. Mamá estaba acostada en la habitación mientras preparábamos la cena. Mi cuñado vino corriendo a decirnos que oráramos por ella mientras se encontraba tendida en cama, temblando. Antes de orar, Piotr (mi cuñado) leyó pasajes de la Escritura: Isaías 53 y Salmos 103. Iba a leer otra escritura breve cuando mamá repentinamente dejó de respirar. Su mano se desplomó en su costado.

Empezamos a llamarla e intentar despertarla, pero fue en vano. No pudimos percibir señales de respiración. Una vez recibí un paño de oración por el que el profeta oró, así que lo coloqué sobre ella en un clamor desesperado. Clamamos al Señor porque, en realidad, ya no había esperanza. Nuestra madre ya no estaba con nosotros. Le rogué al Señor que necesitábamos a mamá y Le pedí que no se la llevara.

Pudimos sentir paz y victoria sobre el enemigo. Entonces vi una sonrisa pacífica en el rostro de mamá. Su rostro brillaba de gozo. Mientras orábamos, empezó a respirar lentamente, respiró hondo y su respiración finalmente se estabilizó. Mamá aún no había abierto los ojos, pero estaba respirando. En ese momento, mi cuñado se asomó por la ventana y vio una ambulancia estacionada en la calle. Por casualidad uno de los vecinos había llamado una ambulancia. Esto fue una lucha, pues no estábamos seguros de llamar a los paramédicos. Poco después, mamá abrió los ojos y preguntó por qué estaba tendida en la cama. No recordaba nada de lo que había pasado ni dónde estaba. Empezó a preguntar por papá, quien se encontraba en casa en ese momento (aproximadamente a 800 kilómetros de Sanok). Ella no tenía ni la menor idea de lo que había ocurrido; comentó que sentía una sensación de ardor y también que estaba muy exhausta. Cuando me acerqué y le relaté todo, lágrimas comenzaron a rodar de sus mejillas. Mencionó que recordaba algo. Nos contó que estaba caminando por unas calles resplandecientes junto a una silueta blanca. Se sentía llena de paz y nada la inquietaba. No pudo describir lo que vio. De repente vio a mi papá llorando y alcanzó a escuchar un grito a lo lejos. Se dio la vuelta y sintió que regresó a su cuerpo. El suceso duró unos tres o cuatro minutos. Treinta minutos después, mi mamá se levantó de la cama completamente sana y con todas sus facultades.

Hace poco, leímos el testimonio de un hermano de Jeffersonville que Dios resucitó. En ese entonces pensé: “¿Será que esto solo ocurre en Estados Unidos? Me gustaría vivir una experiencia como esa”. Pero nunca imaginé que en unos días presenciaría una situación similar. Nos da mucha alegría que nuestro Señor aún sea un Dios de acción y se manifieste ante Su Novia, tal como lo dijo por medio de Su profeta.

Él está haciendo las mismas obras en estos últimos días. Profundicemos más en la Palabra. ¡La Palabra es maravillosa!

Alabemos al Señor por las obras que hace en medio nuestro.

La Hermana Justyna Kluczenko

Polonia